domingo, 15 de diciembre de 2013

LA FAMILIA DESHEREDADA



LA FAMILIA DESHEREDADA

         Para desarrollar el tema en profundidad primeramente habrá que explicar el significado de familia. La familia puede ser definida de acuerdo al grado de parentesco que existe entre sus miembros. La familia nuclear está formada por los padres y sus hijos. La familia extensa, por su parte, incluye a los abuelos, tíos, primos y otros parientes, junto a la familia nuclear. También puede darse el caso de una familia compuesta, que es aquella formada por los padres y sus hijos, pero que cuenta con integrantes que mantienen vínculos consanguíneos con solo uno de los padres.
         Para el antropólogo Lévi – Strauss, la familia nace con el matrimonio y consta de esposo, esposa e hijos nacidos de su unión. Sus miembros que se mantienen por los lazos legales, económicos y religiosos, respetan una red de prohibiciones y privilegios sexuales y se encuentran vinculados por sentimientos psicológicos como el amor, afecto y respeto.
         Ahora se puede entender el término de una manera más abstracta y más acorde con los tiempos. A este respecto, familia es el lugar donde las personas aprenden a cuidar y a ser cuidados.
         Esta última definición choca radicalmente con la que Aristóteles explico en su día. Aristóteles entiende la familia como una organización natural y la mínima parte de una organización política.

         Aquí tenemos el más claro ejemplo de cómo la familia ha evolucionado no solo en su composición sino en terminología. Actualmente la familia no se trata de ninguna organización donde pueda ser definida su estructura fácilmente, sino que entra en juego una sociedad donde posee ese rol, la organización social determinará la estructura familiar de una forma u otra.
         La familia es sustituida por el interés común, la sociedad actual o capitalista es a la vez individualista, lo que hace que hoy día se hable de la familia como un lugar donde las personas son mutuamente cuidadas.
La definición de familia acepta que esta estructura social sufre cambios continuos que surgen de diferentes procesos históricos y contextos sociales; los estudios realizados demuestran que la estructura familiar ha sufrido cambios, no considerables, es verdad, pero con factores como la emigración a ciudades y la industrialización, pudieron notarse sin problemas. El núcleo familiar era la unidad más común en la época preindustrial, y aún hoy sigue los sigue siendo en las sociedades industrializadas modernas. De todas formas, el concepto de familia moderna ha cambiado en cuando a su forma “tradicional” de funciones, ciclo de vida, roles y composición. La única función que ha sobrevivido a todos los cambios es la que incluye al afecto y al apoyo emocional para con sus miembros, en especial para los hijos; las funciones que antes eran realizadas por familias rurales son hoy hechas por instituciones personalizadas.
Partimos que en la actualidad asistimos a una redefinición de la familia con respecto a sociedades ágrafas o primitivas y sociedades pasadas. Asistimos a una diversidad inmensa, o tal vez como muchos sectores y personas creen a una crisis institucional de la familia.
Yo quiero partir del hecho que no existe un ideal de familia.
"Pero no somos de aquellos que lamentan un supuesto debilitamiento del vínculo familiar", agrega Lacan (1) para desmarcarse de supuestas ilusiones armónicas. Si profundizamos un poco más en el análisis y sobre todo si pensamos la familia, no desde la perspectiva sociológica, sino desde una orientación psicoanalítica -y hablamos así de constelación familiar, poniendo el énfasis en los aspectos estructurales (y estructurantes): la familia entendida como una institución cuya función básica es permitir la constitución de un sujeto-, podemos, entonces, aproximarnos a otro enfoque del problema. La familia moderna nos parece así complejizada, a pesar de su aparente simplicidad formal.




        No se trata tanto de "decadencia" de las formas familiares como de diversidad respecto a un supuesto modelo único. Esta diversidad que va de[1]sde las familias llamadas "monoparentales" hasta las formas de "familiarismo delirante"(8) propias de la sociedad americana, comporta una atomización de las formas.
       Más allá de estos cambios, que afectan diversas funciones atribuidas tradicionalmente a la familia (crianza, reproducción, socialización...), hay una continuidad que define, para los psicoanalistas, lo que es esencial en la función de la familia y que podemos enunciar así: lo irreducible de la transmisión de un deseo que no sea anónimo y los efectos que eso tiene en el paso de un organismo a un sujeto. Trataremos de explicarnos. Cuando un bebé nace no es, todavía, un sujeto con consciencia, discernimiento y capacidad de amar y desear. Se trata, más bien, de un organismo viviente regulado por un complejo mecanismo.
      Para que ese organismo llegue a adquirir una identidad simbólica (un nombre, un estado civil, un lugar en las generaciones, etc.), es necesario que se ponga en marcha un dispositivo que se  llama familia. Este dispositivo se compone de dos elementos diferenciados. El primero son los cuidados maternos, que permite el primer enlace afectivo de ese organismo con el mundo. La madre -o la persona que ocupa ese lugar- se constituye como el objeto primordial, capaz de generar el primer vínculo entre el viviente y el universo simbólico (familia, cultura, sociedad, lenguaje...) que le acoge. Este es un lazo alienante, en tanto que la prematuración del bebé le deja a merced de ese primer otro Primordial. Y es un lazo básico que pone en juego un deseo particular -y, por tanto, no anónimo- capaz de sostener con vida a ese organismo. Hay que recordar -como demuestran los estudios de Spitz, Bowlby y otros- la importancia de los primeros cuidados y de su regularidad como condiciones necesarias para la conservación de la vida. (1)
      Será necesaria una segunda operación lógica -que llamaremos separación- para que ese viviente llegue a convertirse en sujeto. Y para eso es necesaria la intervención del segundo elemento: la función paterna, que, a diferencia del maternal, no se especifica por los cuidados sino por la capacidad de proveer de significaciones y permitir así alcanzar una identidad desde el punto de vista de una identificación simbólica. Como ya hemos señalado, no se trata de personas, sino de lugares ocupados por diferentes personas, pero de acuerdo con una serie de condiciones. Así, la paternidad no existe per se, sino como atribución de la madre. Tiene pues un valor simbólico, ya que no es la biología lo que la garantiza sino la palabra de la mujer, que atribuye a un hombre su condición de padre.

        No se trata, por tanto, de roles fijos e inamovibles, sino de funciones a desempeñar y lugares a ocupar de acuerdo con la dinámica de ese dispositivo familiar: asegurar que al final del proceso habrá un sujeto cargado con un conjunto de significaciones (teorías sobre la vida) y un modo particular de gozar y obtener satisfacción.
       Esta es la herencia que cabe esperar de una familia y en ese sentido decimos que no hay, por tanto, para el psicoanálisis, una familia tipo ideal. La familia es un fenómeno antinatural (Lacan habla de estructura natural de la familia), ya que ni el instinto maternal es tal ni la paternidad puede pensarse como atribuida al padre por el efecto de un puro significante. Es ejemplar, en este sentido, la clásica distinción de los romanos entre genitor (padre biológico) y pater (padre simbólico), dando a este último toda la consideración y respeto puesto que era él quien se hacía cargo del hijo y le asignaba un lugar en las relaciones de parentesco.
      Si bien por el lado de los ideales (conjunto de significaciones transmitidas) podemos una cierta homogeneidad entre las familias, respecto al entorno social, es claro que los modos de satisfacción (la alimentación, la sexualidad, el uso del tiempo...) son particulares y, por tanto, no ideales, no asimilables unos a otros.






Dentro de una misma cultura hay familias con muy diferentes modos de satisfacción (diferencias étnicas, pero también culturales, respecto al uso del tiempo libre, a las prácticas sexuales, al gusto por la comida...) De ahí que no podamos hablar de una familia ideal, bajo pena de anular las particularidades de cada sujeto y tratar de estandarizar el goce, lo cual sólo conduce a los episodios más negros de nuestra civilización (racismo, segregación...).
Mientras el discurso social reproduce la idea y el miedo sobre el ocaso de la familia, en las encuestas de opinión y en las de investigación dura, aparece una y otra vez el deseo de los jóvenes de formar sus propias familias y el de los adultos de mantenerse viviendo en familia. Está claro que se ha extendido la turbación y generado incertidumbre sobre el futuro de la familia como la primera institución social, baste ejemplificar con los discursos mediáticos que nos muestran el declive de los valores tradicionales y el aumento de la tasa de divorcios. Pero también queda claro que la gran mayoría de las personas queremos vivir en el amor, compartir nuestra vida con otra persona y todavía en muchos casos trasladar ese “amor” a otros: a los hijos (sean biológicos o adoptados). También queda claro que el punto de refugio más importante sigue siendo la familia. Entonces, ¿qué es lo que realmente está pasando? Porque lo que es indudable es que algo se está moviendo con relación a la configuración y a las formas de convivencia de la familia, tal y como la hemos venido concibiendo.
Para responder a esta pregunta tenemos que tener presente el momento histórico social en el que estamos viviendo y que algunos han denominado capitalismo tardío. Se han implantado dos tendencias que replantean las dinámicas familiares: la individualización y la urbanización.





La familia actual, como apuntaba al principio, debe analizarse a la luz del momento histórico que le corresponde, lo cual supone y ha supuesto oportunidades y presiones para su consolidación. En este sentido, las lógicas de la vida contemporánea han dejado de centrarse en los ideales homogéneos y definidos que caracterizaron la época moderna y se han trasladado en la desmitificación, el individualismo y el riesgo que se manifiestan en el hedonismo, el consumo masificado, la fragmentación y la precariedad.
Los peligros de la modernidad tardía, implican que al darse la ruptura con el modelo basado en la tradición, se ha obligado al individuo (por lo tanto a la familia) a fundamentarse en sí mismo, ha tomado conciencia sobre las implicaciones de sus elecciones y con ello ha visualizado la expansión correlativa de los riesgos y los miedos han entrado a escena (Beriain, 1996). Es decir, antes, la tradición implicaba que al casarte lo “lógico” era la llegada de los hijos y que si por algún motivo había problemas, rezabas para que las cosas mejoraran; en ese acto delegabas a Dios la búsqueda de soluciones y quedabas cobijado en su sabiduría. Ahora, la sola percepción de tener un abanico de posibilidades dispuestas y factibles de ser elegidas por el individuo, deviene en una realidad caótica porque lo que se hace evidente es la responsabilidad del que elige, los errores u omisiones son referidos directamente al sujeto y no a una divinidad o entidad externa. Si tratamos de visualizar a la familia en este escenario podemos detectar una serie de “nuevas” condiciones que la vuelven un fenómeno complejo a nuestra comprensión, entre las que puedo destacar la instalación de la filosofía de la igualdad, la emancipación de la mujer y el papel errático del Estado.



La percepción de igualdad con el otro (o los otros), de tener derechos y prerrogativas a nivel horizontal, de ejercer una vida más democrática, deja de ser privativa del debate público y se instala en la esfera de lo privado. El espacio de lo privado por excelencia, ha sido el de la familia, es ahí donde las ideas se engendran porque al final de cuenta los pensadores también viven en familia, es ahí a donde también regresan ya reelaboradas por la opinión pública y en el proceso de “apropiación” o “naturalización”, tales ideas transforman tanto a la familia como a la sociedad. Así, la percepción de igualdad en la familia, se detecta en varios niveles. Un síntoma claro del, llamémosle, síndrome de la percepción de la igualdad, es lo que sucede en la relación entre padres e hijos:
a) Mientras los padres, después de tantos discursos sociales que recomiendan, a propósito de la democracia y del modelo padres-amigos con educación horizontal, en sucesión al modelo padres-formadores o autoritarios, sufren la indecisión del rol que deben tomar, “temen el autoritarismo que ellos vivieron, y no saben cómo ejercer la autoridad” (Montoro Romero, 2004: 18). Esto, que parece hasta “simplón”, trae como consecuencia el debilitamiento de la autoridad de los padres, de los profesores y en general de los adultos para educar no sólo en las normas sociales, de urbanidad o profesionalización a los más chicos, sino en la construcción de valores. ¿Cómo puede un padre o un adulto ser tomado en serio en la inculcación de lo correcto si carece de autoridad para dirigir y decidir lo que es bueno y malo?
b) Por otra parte, esta percepción de que somos iguales viene abrigando la posición cómoda de los hijos o de los jóvenes de merecer lo que se tiene sin tener qué ganárselo, por lo menos como cuando nos tocó ser jóvenes, dice Montoro (2004). La mayoría, sobre todo los estudiantes (con sus excepciones claro) pese a no tener condiciones socioeconómicas favorables, despliegan una actitud hedonista, que subrayo, no es privativa de los jóvenes pero que en este momento toca analizarla desde ahí. Los hijos, instalados en la casa paterno-materna, rechazan trabajos por considerarlos de poca monta (meseros, dependientes, oficinistas, etc.); aún así, requieren de ropa, calzado (a la moda por supuesto), enseres y satisfactores de ocio (televisión, computadora, Internet, walkman, CD, automóvil, viajes, entre otros) que por supuesto toca a los padres la responsabilidad de pagar por ellos. Sin embargo, pese a que son los padres quienes solventan los gastos son incapaces de exigir a los hijos que cumplan con las normas de casa, cuando las hay, porque no saben muy bien cómo habrán de hacerlo. Porque, también habrá que decirlo, el síndrome del igualitarismo se combina con el síndrome de la culpabilidad de los padres que trabajan. Hoy por hoy ambos padres laboran, lo cual ha generado la idea de que no se dedica el tiempo suficiente para “educar” o “estar” con los hijos. Entonces el problema se agrava porque no se entiende bien el concepto de autoridad y todavía existe la culpabilidad para ejercerla. Al ampliarse los beneficios sociales a los diversos grupos de población, especialmente el acceso de la mujer a la educación superior, trajo como consecuencia lógica que quisiéramos probar fortuna allende las fronteras domésticas. El espacio a conquistar, como era de esperarse, fue el mercado laboral. La incursión de la mujer a la fuerza de trabajo remunerado (porque siempre hemos trabajado pero sin salarios) movió nuevamente los referentes de la familia. La emancipación de la mujer ha implicado luchas en la arena pública, en el ámbito doméstico y en la conciencia de nosotras mismas.
Para ganar terreno en los derechos de las mujeres, no ha sido suficiente el debate en las diferentes instancias donde se dirimen los asuntos de orden público, quizá, las negociaciones más fuertes han tenido que librarse, primero, en la autopercepción como mujeres, como sujetos con derechos, como sujetos pro-activos; y después, paradójicamente, en el espacio donde se supone que somos las “reinas”: el hogar. Por supuesto que talas negociaciones han tenido que realizarse con el “rey” de cada historia: el padre o el esposo.

Cuando la madre ya no pudo cubrir en todo momento, todas las necesidades de todos los miembros de la familia (del esposo, de los hijos y muchas veces de los padres, de los suegros, de los tíos…): como el ser la educadora, nana, enfermera, cocinera, afanadora, confidente, entre otras cosas, porque tenía que combinar tales actividades con las demandas laborales que, en caso de pretender la renombrada superación profesional, implican la actualización permanente, tiempo extra en la oficina, tiempo fuera de oficina para innovar, además de los viajes y demás compromisos; hubo entonces que replantearse las formas de organizar las tareas domésticas. El problema es que el hombre no ha estado entusiasmado por compartir la carga del hogar, los hijos han pasado a la tutela temporal de abuelos, familiares, nanas o guarderías, quienes en el mejor de los casos protegen la integridad física pero no la espiritual y el Estado no ha estado a la altura de los compromisos que implica este nuevo modelo de familia, después retomaremos este aspecto.
La familia parece estar ahí, como alternativa ante un mundo lleno de competencia, de ritmos acelerados, de individualismo, de riesgos, de rupturas. Por un lado parece estar rebasada como respuesta de vida en común de las parejas, pero por otro es revalorizada porque representa, junto con la religión (véase que ambas son instituciones primigenias), asideros ante la soledad, los miedos y la incertidumbre.
                                                                               
         Todavía queda un horizonte muy largo que recorrer y muchas preguntas sin resolver en la familia contemporánea. Pero queda claro que la familia actual se ha reinventado, eso sí, sin olvidar sus funciones vitales como organizador socio – económico. A cada individuo le quedara la opción de valorar si la familia actual ha quedado desheredada de viejos valores, o si al contrario la familia ha evolucionado para dar hincapié a un individuo cada vez más libre e individualizado.
         Para comprender mejor este universo habrá que fijarse en la organización familiar de antes o de sociedades diferentes, tanto en el espacio como en el tiempo.
            Ahora a menudo se oye decir que los cambios tecnológicos y políticos de nuestra historia reciente han dado lugar a un "colapso" de la familia, y que esto, a su vez, a la larga conducirá a la descomposición de la sociedad misma. However, these dour predictions do not have to come true and may even rest on false assumptions. Sin embargo, estas predicciones no tiene que hacerse realidad e incluso puede descansar en falsas suposiciones.As we have mentioned earlier, the family and society do not stand in a static relationship to each other, but exist in a state of dynamic tension, indeed, almost confrontation, in a creative equilibrium subject to constant readjustment. Como hemos mencionado anteriormente, la familia y la sociedad no se ponen de pie en una relación estática entre sí, sino que existen en un estado de tensión dinámica, de hecho, casi la confrontación, en un tema de equilibrio creativo para reajuste constante.
Thus, we may at present simply be going through another phase in which the demands of family and society are being forced to find a new balance.
         Cualquier tipo de estructura familiar que seamos capaces de imaginar se ha presentado alguna vez en alguna sociedad humana. Hay familias en las que un hombre vive con muchas mujeres, en las que una mujer vive con muchos hombres, en las que la madre vive sola con los hijos y mantiene encuentros sexuales esporádicos con diferentes hombres, grupos sociales formados por hombres y mujeres que mantienen relaciones sexuales de forma promiscua, parejas homosexuales, etc. Las familias pueden no sólo abarcar a los padres y los hijos, sino también a una muchedumbre de abuelos, suegros, tíos, cuñados, sobrinos y primos, y en cada una de las sociedades cada uno de estos personajes tiene una función asignada y un status de dominancia.
          Este es el punto que quería mencionar con respecto a la familia actual, la idea principal con respecto a una familia pasada es la desunión de los miembros que conforman susodicha familia. Comparando la familia contemporánea con sociedades pasadas vemos que se reduce en número y el vínculo es cada vez menor entre los miembros. A su vez, se puede comparar con otras sociedades con menor grado de desarrollo económico, donde observamos que la unión y extensión familiar es mucho mayor que la nuestra. Se puede tomar como comparación las tribus que habitan el planeta, así como sociedades del sureste asiático, sociedades des industrializadas…etc.


         Como eje de medida podemos tomar el sistema económico, quiero decir que a mayor desarrollo, menor vínculo y cambio de la estructura familiar. Aunque la familia nace naturalmente, no podemos olvidar que estamos en un mundo determinista, donde el modelo familiar cambia constantemente por fuerza del exterior.

         En nuestro modelo la homeostasis no perdura pues el sistema tiende a cerrarse y, en algún momento, se produce un notorio e inesperado desequilibrio. En sociedades no desarrolladas el equilibrio es constante, y que el peso económico recaiga en la familia hace que sea mayor.

         Las actuales parejas difieren considerablemente de las de hace veinte años. En buena parte porque los cónyuges de la actualidad al inicio de su convivencia, son conscientes de que su matrimonio puede no ser definitivo, una concepción que seguramente a sus padres ni tan siquiera se plantearon.
         También las relaciones de género entre los hombres y las mujeres han evolucionado. Hasta hace unos pocos años, las obligaciones y espacios asignados a cada sexo en la familia estaban estrictamente definidos; así, mientras los hombres se dedicaban a la vertiente pública, las mujeres se ocupaban de la privada. En ese pasado no tan lejano, el reparto de las tareas se aceptaba sin mayores problemas, pero hoy en día en las familias lo que impera es la negociación, ya que la biografía de cada persona ha pasado de ser un producto social a una trayectoria de elección propia.
         Por todo ello, y gracias a la intervención de otros factores (tales como la introducción de la mujer en el mercado laboral y la lucha del feminismo en el siglo XX), parece ser que las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres se han vuelto más ecuánimes.


Sin embargo, a pesar de que los valores que promueven la igualdad están cada vez más extendidos, paradójicamente la sociedad actual no se distingue por la paridad real. Cierto que las distinciones basadas en el género se van atenuando, pero el desequilibrio de las parejas es hoy en día claramente manifiesta.
Los últimos veinte años las familias han cambiado, bien porque las posibilidades de formarlas son ahora más variadas, bien porque las relaciones entre los miembros de la familia han ido evolucionando. En lo que al primer aspecto se refiere, han aparecido nuevos tipos de familia que han obtenido el respaldo social, por lo que en la actualidad se puede formar una familia no tradicional (solo, con una pareja del mismo sexo, etc.) sin tener que ocultarse.
De todos modos, el tipo de familia que sigue imperando es el llamado nuclear, no sólo porque se tratar de nuestro principal referente, sino porque a la mayoría de la gente le resulta muy difícil abandonar la casa de los padres sin tener pareja -y es que, a fin de cuentas, es totalmente cierto el dicho que afirma que en este país no nos casamos con una persona, sino con una hipoteca-.
Con respecto a las relaciones familiares, señalar que son cada vez más democráticas (tanto las relaciones entre el marido y la mujer, como las de padres e hijos), pero sólo hasta cierto punto, ya que el modelo patriarcal sigue teniendo muchísima fuerza en la sociedad actual, y, cómo no, en la organización de las familias.
        




                   COMPARACIÓN GENERACIONAL
         Para comprender mejor la familia actual en comparación a una época pasada me dispongo a preguntar a 2 generaciones distintas:
         María Luz Cabañeros Vivas, mujer de 43 años, natural de un pueblo; me comenta que no solo se convivía padres e hijos, sino que bajo el ámbito familiar incluía a abuelos. La familia es extensa (son 8 hermanos), donde todos cumplían una función. La norma general era el cuidado de los más pequeños por parte de los mayores, además existe una diferenciación con respecto al sexo; las mujeres se ocupaban del ámbito doméstico y los hombres tenían la oportunidad de seguir sus estudios. La familia es predominantemente patriarcal.
         Los vínculos según me comenta son fuertes, el compromiso y el deber son los nexos más importantes. Existe un individualismo mínimo dentro de la familia, todo se hace por el bien común. La emancipación de los hijos se realiza tempranamente, todos los hermanos se han independizado en torno a los 18 – 25 años. A pesar de la temprana emancipación, los vínculos siguen siendo muy fuertes.
         Según su experiencia, cree que la familia actual no se asemeja a la de su edad, tendiente a desaparecer el modelo anterior. En su familia no se creó las oportunidades necesarias para desarrollarse uno mismo, ahora se crea un abanico de posibilidades que rompen más aún si cabe los vínculos familiares.





           
         
         El individuo se auto realiza, en consecuencia los lazos de parentesco cada vez se separan más. La idea principal de formar una nueva familia ya no existe, lo esencial es formarse a uno mismo.








                                    CONCLUSIÓN
         Podemos observar como durante la historia la familia ha evolucionado en algunos casos para mejorar como individuos dentro del propio ámbito, y en otros casos como se rompen los lazos de parentesco. No se sabe exactamente hacía que tipo de familia nos dirigimos, lo que está claro es de donde provenimos.
         Este trabajo ha realizado unas comparaciones que pueden caer en la ambigüedad, pero sirve para comprendernos mejor y no olvidar la importancia socio – económica que realiza la familia, como factor principal tanto en las familias primitivas o sociedades actuales.
         A su vez, vemos como la organización familiar y su desarrollo depende estrechamente de la sociedad en la que se nace. Los roles individuales dentro de la familia en una sociedad desarrollada tienden a ser buscados, constantemente, fuera del ámbito familiar. En cambio, respecto a sociedades pasadas, el rol estaba claramente definido, además no se intentaba escapar constantemente a la búsqueda de uno mismo.
         El desarrollo nos ayuda a realizarnos más como personas, a conocernos y a formarnos. Esta idea es fundamental, ya que al formarnos a nosotros mismos podremos formar a personar en el futuro.











                                BIBLIOGRAFÍA





-      BECK-GERNSHEIM, E. (2003) La individualización. Paidos, Madrid.





-      Beck-GERNSHEIM, E. (2003). La reinvención de la familia (P. Madrigal). Barcelona, Paidós.
                                                                                               



-      BERIAIN, J. (Ed.). (1996). Las consecuencias perversas de la modernidad (1ra ed.). Barcelona: Anthropos.





[1]  Lacan. La familia

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