DE
AQUEL DARWIN TAN SINGULAR AL DARWINISMO UNIVERSAL: LA PROBLEMÁTICA
NATURALIZACIÓN DE LAS CIENCIAS DE LA CULTURA
1. INTRODUCCIÓN
Este año que
termina es un año darwiniano: doscientos años cumplidos del nacimiento de
Darwin y ciento cincuenta de su Origen de las especies.
Lo que sigue es
una contribución más, que pretende destacar el progresivo intento de extensión
del programa teórico darwinista más allá de las ciencias naturales —en concreto
biológicas— en las que surgió, hacia otras de clases diferentes: las humanas
y/o sociales y las que más adelante llamaré ciencias semióticas. Lo que comenzó
como la naturalización de la historia de la vida en la Tierra, por oposición a
la teoría sobrenatural de la creación de las formas vivas, tal como en el
contexto cultural de Darwin estaba representada por la teología natural, ha ido
mucho más allá de su origen darwiniano. Dawkins (1983) y Dennett (1995) han
sido los portavoces más conocidos aunque no los únicos, ni los primeros de una perspectiva
general, el darwinismo universal, desde cuya omnicomprensión las ciencias
semióticas y humanas podrían desenvolverse a la manera en que la teoría de la
evolución por selección (natural) había troquelado la historia natural. En
diversos campos de las ciencias semióticas y humanas se ha defendido —más que
realizado— la necesidad de esa naturalización de origen darwiniano, aunque
otras de diversa índole han sido propugnadas.
2.
LAS CIENCIAS: SUS
CLASES Y LAS RELACIONES ENTRE ELLAS
La naturalización
de las ciencias semióticas y humanas —o, al menos, de algunas de ellas—
mediante la aplicación del modelo seleccionista darwiniano no se comprende bien
si no está situada en el marco de una clasificación de las ciencias. Me valdré
a continuación de la que vengo sosteniendo hace tiempo y que he aplicado al
tema, entre otros lugares.
Dicha
clasificación se establece en un marco teórico que, tomando como
punto de partida el conjunto {signos,
objetos, sujetos} dentro del cual Morris propuso su proyecto de semiótica
(Morris 1972), abre ese conjunto a todas las relaciones que resulten de la
combinatoria de sus elementos, en donde aparecen también relaciones no
semióticas (que no contienen signos), pero que son esenciales para el análisis
de las ciencias. Se construye así un nuevo conjunto, el de las nueve relaciones
binarias que resultan del producto del conjunto {signos, objetos, sujetos}
consigo mismo, a saber, las que figuran en la tabla 1 que sigue:
Signos Objetos Sujetos
Signos Sintáctica Representativa Normativa
Objetos Incorporativa Objetiva Restrictiva
Sujetos Simbólica Técnica Social
TABLA
1
Las nueve
relaciones de la tabla se caracterizan, en una primera aproximación, por su
agrupación en tres subconjuntos de cinco relaciones, atendiendo a que contengan
uno de los tres elementos del conjunto inicial aquí desarrollado. Es decir, hay
relaciones que contienen signos, que contienen objetos y que contienen sujetos.
Esto permite establecer un paralelo con los principios de las teorías de las
distintas ciencias, que conduce a tres clases de ciencias: las ciencias
naturales, semióticas y humanas.
Las ciencias
cuyos principios teóricos pueden asociarse a las relaciones que contienen
objetos (fila y columna centrales de la tabla) constituyen el conjunto de las
ciencias naturales. Las ciencias cuyos principios teóricos pueden asociarse a
las relaciones que contienen (primera fila y primera columna) signos
constituyen el conjunto de las ciencias semióticas. Las ciencias cuyos
principios teóricos pueden asociarse a las relaciones que contienen sujetos
(tercera fila y tercera columna) constituyen el conjunto de las ciencias
humanas.
Esta
clasificación se caracteriza por distinguir las ciencias sin desconectarlas,
puesto que entre cada dos clases hay dos tipos de principios comunes.
Las ciencias
naturales y las ciencias semióticas comparten principios representativos e
incorporativos: éste es el punto de vista semántico. En el proyecto de Morris
sólo estaba contemplada como semántica la relación (signo, objeto), pero no así
su inversa. Las relaciones incorporativas tienen que ver con el hecho de que
los signos tienen que realizarse en cuerpos y campos materiales: todos los
soportes y artefactos en que se almacenan y generan los signos forman la parte
incorporativa de la semántica, junto a la semántica representativa, la única
considerada por Morris.
4. En la subordinación de los principios
representativos a los incorporativos se basa la naturalización de las ciencias
semióticas; en la subordinación inversa, la semiotización de las ciencias
naturales. Las ciencias
semióticas y las humanas comparten
principios normativos y simbólicos:
éste es el punto de vista pragmático.
5.
Las ciencias naturales y las ciencias humanas comparten principios restrictivos
(ecológicos) y técnicos: a esto
le he llamado, en ausencia de nombre
procedente de la semiótica de
Morris, punto de vista económico.
6. En la subordinación de los principios técnicos
(de transformación del medio) a los restrictivos (de constricción de las acciones
por el medio) se basa la naturalización de las ciencias humanas; en la subordinación
inversa, la humanización o socialización de las ciencias naturales.
En este marco, la
naturalización de las ciencias puede plantearse como
la reducción de los objetos y procesos
estudiados por las ciencias semióticas y humanas a los de las naturales
—naturalización ontológica— o como la aplicación de los procedimientos
metodológicos de una teoría de las ciencias naturales a los objetos y procesos
estudiados por las ciencias semióticas y humanas —naturalización metodológica.
7. Debe tenerse en cuenta que, con relación
a las tres clases de ciencia, es posible —y de hecho ha ocurrido— que se
planteen también la semiotización
8 de las ciencias naturales y humanas, así
como, a través de las teorías de la acción, la “humanización” o socialización
de las ciencias naturales 9 y semióticas.
3.
EL NÚCLEO DARWINIANO DEL DARWINISMO UNIVERSAL:
VARIACIÓN,
HERENCIA Y SELECCIÓN
La teoría
darwiniana de la evolución por selección natural presentó un marco explicativo
verosímil para la historia de la vida en la Tierra y al mismo tiempo sustituyó
la ontoteología “natural” creacionista por un naturalismo ontológico
transmutacionista. En El origen de las especies (Darwin 1859) se combinan la teoría
del ancestro común y la teoría causal de la selección natural (capítulos I-V),
donde la hipótesis de la selección natural se convierte, en el capítulo IV, en
el principio de la selección natural 10.
La singularidad
de la teoría darwiniana reside en que, partiendo de acciones humanas, como la
selección artificial practicada por criadores de plantas y animales (capítulo
I) y de las acciones conflictivas de lucha por la existencia procedentes de la
teoría maltusiana de la población (capítulo III), termina subsumiéndolas en la
selección general (natural) a través del capítulo II y culminando en el
capítulo IV con la hipótesis de la selección natural convertida en principio
explicativo, natural (no sobrenatural) y diferencial (conservativo y
destructivo) que afecta a las variedades y/o especies. La teoría causal de la
selección natural se ha construido, como la fórmula general de las ecuaciones
de segundo grado, partiendo de ejemplos privilegiados como la cuadrática
perfecta y reconstruyendo las demás bajo la fórmula general y el procedimiento
de completar el cuadrado para hallar la solución genérica de todos conocida.
Pero una vez obtenida la forma general de la solución, la cuadrática perfecta
se recupera como un caso particular de la fórmula general. Darwin inyecta la
selección artificial en la natural (selección general en el mundo de los seres
vivos) y también incluye, absorbiéndolas, las poblaciones humanas maltusianas
en las poblaciones de los organismos en general. Un desarrollo detallado de
este procedimiento se encuentra en Álvarez (2000; 2009 en prensa). En ambos casos
se amplía el conjunto de referencia, es decir, la ontología de las teorías de
partida: se pasa del conjunto de los números reales al de los complejos en la
teoría de las cuadráticas y de la especie humana al conjunto de todas las
especies de organismos (la humana como una más entre otras, con todas las
polémicas posteriores que habrían de venir) en la teoría darwiniana. Reténganse
para más adelante, siguiendo el refrán de que “quien tuvo, retuvo”, los
anclajes semióticos y “humanos” —incluidas las consideraciones sobre el
lenguaje y la moral en El origen del hombre— de la teoría darwiniana 11. Referido
a la historia de la vida en la Tierra, destaca un núcleo de tres principios
darwinianos. Así lo reconocen, al menos, los cultivadores de algunas ciencias
humanas que han adoptado un modelo teórico darwinista en cuyo origen se
encuentra —pero ni mucho menos agotándolo— la teoría darwiniana.
Cito la
declaración expresa de dos destacados representantes de la economía
evolucionista.
Los sistemas
complejos en evolución, constituidos por poblaciones de entidades diversas y
replicantes, se encuentran tanto en la naturaleza como en la sociedad humana.
No existe alternativa a los principios nucleares darwinianos de variación,
selección y herencia para explicar la evolución de tales sistemas. Ni la
existencia efectiva de la intencionalidad humana ni la posibilidad hipotética de
herencia lamarckiana de caracteres adquiridos constituye una barrera para el
uso de los principios darwinianos. Por el contrario, el darwinismo siempre es
necesario para completar la explicación. Sin embargo, aunque los principios darwinianos
son siempre necesarios para explicar sistemas de poblaciones en evolución, nunca
bastan por sí solos (Hodgson y Knudsen 2006, 1. Las cursivas son mías).
Por su utilidad
posterior, quiero resaltar dos extremos y un comentario. Primero, la
existencia de tres principios, que se mantienen de Darwin al darwinismo del
presente, aunque en su origen no existía conocimiento de los mecanismos
subyacentes. Destacados teóricos del tema defienden (Mesoudi 2007) que una
teoría darwiniana de la evolución cultural es posible sin necesidad de
introducir los replicadores e interactores de la posterior síntesis darwinista
12. En Mesoudi, et al. (2004) se desarrolla esta idea de la suficiencia darwiniana
basada en el análisis textual de la obra de Darwin y se afirma que “[a]sí como
Darwin no sabía nada de genes o de herencia de unidades discretas
(particulate), se puede defender la evolución cultural darwiniana con
independencia de que existan replicadores culturales unitarios o de que los
mecanismos de transmisión cultural sean bien entendidos” (Mesoudi, et al. 2004,
1 13). Sea como fuere, parece existir un consenso en que los tres principios, a
veces con variantes nominales, son la base mínima —necesaria, pero acaso
insuficiente— de una teoría de la selección cultural, análoga al menos, de la
teoría de la selección natural.
Segundo,
que por sí solos no bastan para proporcionar las explicaciones en las ciencias
que han adoptado el modelo evolucionista, donde el darwinismo universal no
reduce la ciencia en la que se adopta, puesto que existe un núcleo de
principios darwinianos generales que, junto a explicaciones auxiliares
específicas de cada dominio científico, pueden aplicarse a una amplia variedad
de fenómenos (Hodgson 2002, 270). Esta adopción del darwinismo universal es
fundamental, pero no exhaustiva.
Tercero,
y al margen de la declaración citada, progresivamente se ha ido haciendo cada
vez más frecuente la sustitución de la expresión “darwinismo universal”, por
“darwinismo generalizado”, incluso en los propios defensores de la extensión
los principios darwinianos a la teoría de la cultura y a las ciencias que se
ocupan de sus diferentes formas.
4.
DE LA ANALOGÍA A LA ONTOLOGÍA: ANALOGÍA GLOBAL Y ANALOGÍAS ESPECÍFICAS EN LAS
CIENCIAS DE LA CULTURA (HUMANAS Y SEMIÓTICAS)
En la actualidad,
las propuestas de naturalización darwiniano-darwinistas aquí consideradas son
de carácter programático —en trance de ascenso unas y otras en situación, si no
de cierre, al menos de espera. Estas propuestas, por otra parte, coinciden
todas en ser intentos de naturalizar los sistemas culturales que, en concreto,
son objetos de estudio de las ciencias humanas y semióticas. Las primeras se
caracterizan por apoyarse en teorías de la acción que, en las propuestas
naturalizadoras, se subsumen en la teoría del comportamiento, en la línea
histórica que lleva de la etología clásica, pasando por la sociobiología 14
hasta la psicología evolucionista.
Las segundas, que
se entrelazan con frecuencia con las primeras, tienen como fundamento e hilo
conductor la adopción de los conceptos de la teoría de la información, que las
ciencias biológicas han importado y asumido como propios: de otra manera no
podrían entenderse las diversas iniciativas que han considerado las unidades
culturales básicas como unidades de información diferentes (en particular los
afamados memes), pero análogas, de los genes, que también son considerados como
entidades informativas. La concepción de la cultura como información
transmitida por aprendizaje social imitativo intraespecífico (Dawkins 1994);
Blackmore 2000)
es una noción semiótica que remite a las ciencias de los distintos sistemas de
comunicación en el mundo de la vida, especialmente en este caso, del lenguaje
humano. Por esa razón he insistido en que las propuestas naturalizadoras de la
cultura lo son de las ciencias humanas y semióticas. Esto aclarado, de ahora en
adelante me referiré unitariamente a las propuestas de naturalizar las ciencias
(o la teoría) de la cultura.
4.1.
A VUELTAS CON LA CIENCIA UNIFICADA DE LA EVOLUCIÓN CULTURAL
Bien apoyada
filológicamente (Mesoudi, et al. 2004), los autores que creen haber establecido
la legitimidad científica de una teoría darwiniana de la cultura, que se basa
únicamente en los principios de variación, herencia y selección, presentaron en
Mesoudi, et al. (2006) un proyecto de unificación de las ciencias culturales
semejante (análogo) a la unificación de las ciencias biológicas del darwinismo
(heredera fiel del original darwiniano) que bien valía para rellenar toda esta
sección. La extensa presentación no sólo consiste en la propuesta unificadora
en paralelo (no prejuzgo ahora sus bases ontológicas o simplemente
metodológicas) a la ciencia (darwinista) de la evolución natural de las formas
de vida. El trabajo merece leerse con mucho detenimiento en sus tres partes: 1)
la exposición de la propuesta unificadora de una ciencia de la evolución
cultural; 2) los comentarios a la misma de destacados investigadores en la
teoría y las ciencias de la cultura, y 3) las respuestas de los autores (una
especie de “respuestas [cartesianas] a las objeciones”). No puedo reproducir la
tormenta de ideas que enriquece la publicación; sólo me queda recomendar su
lectura. Aun así, quisiera reproducir el esquema de la unificación en paralelo.
En la conclusión
de la primera parte —la parte expositiva— puede leerse la tesis principal:
La evidencia
discutida en este artículo sugiere que existen muchas posibilidades para una
ciencia integral de la evolución cultural con la misma estructura, en sentido amplio,
que la ciencia de la evolución biológica, según el esquema de la figura 1
Aunque abogamos
por la adopción de métodos y enfoques desarrollados en la biología
evolucionista, no abogamos por la imitación servil y dogmática de la biología evolucionista.
La herencia cultural es sin duda diferente en muchos aspectos de la herencia
biológica. Además hemos de tener en cuenta que la biología evolucionista, como
cualquier otra ciencia, está lejos de la perfección y está cambiando
continuamente y poniendo al día sus métodos [...] En resumen, sostenemos que el
argumento de que la cultura muestra un buen número de propiedades darwinianas
importantes está bien fundado y abogamos por beneficiarnos de ello para
utilizar la biología evolucionista como modelo para integrar una multitud de
enfoques diversos en las ciencias sociales y, donde sea pertinente, para tomar
prestados algunos de los métodos desarrollados por los biólogos evolucionistas
para resolver problemas semejantes Con
una de cal y otra de arena se afirma que el enfoque darwiniano, aun cuando
Darwin no tuviera conocimiento del mecanismo de la herencia, es válido como
modelo, al par que se reconoce que el modelo en paralelo corresponde a la
teoría darwinista actual. Y es que, en efecto, la herencia se las trae y no
sólo porque la cultural sea diferente de la biológica —cuyo mecanismo hoy se conoce
básicamente, aunque el intríngulis esté en los detalles— sino, porque como
replica el primero de los comentaristas “carecemos de nuestros Watson y Crick
para identificar los ‘memes’ de la cultura” [...y responder a] la cuestión
central de la evolución cultural: si la información se replica a través de la
transmisión entre individuos”. Knudsen y Hodgson, argumentando en términos de
su propia teoría (que trataré más adelante)Si en algo tienen razón Mesoudi, et
al. (2004; 2006) es en lo negativo, a saber, que Darwin no conocía el mecanismo
de la herencia y que tampoco conocemos adecuadamente los mecanismos de la
transmisión cultural que muchos —entre ellos algunos de los autores citados—
esperan que sean descubiertos por las neurociencias que, como veremos más
adelante, pueden haber favorecido un “eclipse” de la memética.
En Mesoudi encontramos resumidas las características de
este esquema integrador:
Esta teoría (1)
considera el cambio cultural en términos de variación, selección y
herencia/transmisión, (2) adopta el pensamiento poblacional, (3) es no 17
progresiva, (4) admite la herencia de los caracteres adquiridos, (5) reconoce
la operación de mecanismos de transmisión únicos, e incorpora también, (6) la
deriva y (7) la selección estratificada (multi-level).
La iniciativa integradora de Mesoudi,
Whiten y Laland otorga su puesto, en la sección de la figura 1 que corresponde
a la microevolución cultural, a una memética en disyunción inclusiva con la
neurociencia y a una economía en disyunción semejante con la psicología.
Procederé a considerar estos intentos locales de naturalización
darwiniano/darwinistas en los dos apartados siguientes.
4.2.
LA MEMÉTICA COMO TEORÍA DE LA SELECCIÓN CULTURAL:
En el capítulo XI
de Dawkins (1994), introdujo su autor en 1976 el término meme como unidad
elemental de la cultura (humana), en paralelo con el gen o unidad elemental que
interviene en la transmisión hereditaria biológica de genitores a
descendientes. La historia del último cuarto del siglo pasado esta hilvanada,
con la puntada de Dawkins (1983) del “darwinismo universal” incluida, por
intentos diferentes de presentar una teoría de la selección cultural amparada
por una legitimación darwiniana 18. Fog (1999) dedicó un libro entero a
delinear los contornos generales de la(s) teoría(s) de la selección cultural
como una teoría interdisciplinar que ha de explicar el cambio cultural. En el
capítulo 2, se presenta una historia de la teoría de la selección cultural, en
que aparecen la sociobiología y la memética. No considero, por razones que ya
expuse (Álvarez 2007), que la sociobiología fuera propiamente una teoría de la
selección cultural. Fijaré la atención en la segunda y en su peculiar auge y
eclipse —o compás de espera— coincidentes con las fechas señaladas.
De entre las
aspirantes a teoría de la selección cultural, la que obtuvo su bautismo nominal
del término de Dawkins fue la memética, cuyo concepto de cultura fue formulado
en términos de la noción información: la cultura es información transmitida por
aprendizaje social entre los miembros de una misma especie (Cf. Mosterín 1993).
Cortés Morató (2005 Web) ha puesto el dedo en la tesis básica de la memética
como teoría de la selección cultural concebida por analogía con la teoría de la
selección natural:
La tesis “fuerte” de Dawkins es que los
rasgos culturales también se replican. Si los rasgos genéticos se transmiten
por replicación de los genes, los rasgos culturales se transmiten por replicación
de los memes o unidades de información cultural.
La memética tuvo
gran difusión e influencia desde finales de los años noventa y en Internet se
mantuvo, desde 1997 hasta 2005, la revista The Journal of Memetics-Evolutionary
Models of Information Transmission, subtítulo que realzaba la función
fundamental que desempeñaba la noción de información en este campo, con
relación al darwinismo universal. Limitaré aquí el darwinismo universal a su
principio más importante y discutido, a saber, el de la selección 19, en cuanto
aplicable a las unidades de información llamadas memes que se trasmiten —no
sólo directamente de cerebro a cerebro, sino también mediatamente de cerebro a
cerebro, a través de formas diversas de almacenamiento en memorias de distinta naturaleza
(documentos, monumentos, tradiciones orales, etc., en los soportes materiales
correspondientes). Son entidades de información instructivas , son múltiples y
diversas, se trasmiten básicamente por imitación y contagio (procesos que han
servido para marcar dos modelos diferentes de transmisión) y se expresan como
productos culturales (el análogo del fenotipo respecto de los genes) de diverso
valor adaptativo en los ambientes culturales (situaciones) cambiantes en los,
que de entre éstos, unos tienen más (o menos) éxito que otros y prevalecen (o
pierden vigencia) por más o menos tiempo. La naturalización de la cultura se
produce, curiosamente, mediante una semiotización (a través de la noción de
información) de la naturaleza.
La analogía entre
selección natural y selección cultural puede compendiarse en una tabla
utilizada en Álvarez :
SELECCIÓN NATURAL SELECCIÓN CULTURAL
PERSPECTIVA Genética Memética
UNIDAD Gen Meme
VARIACIÓN Mutación Innovación
SOPORTE Único Múltiple
TRANSMISIÓN Reproducción Imitación
NIVEL DE RESOLUCIÓN Genotipo/Fenotipo
Instrucciones/Productos
FIDELIDAD Alta Baja
TEMPORALIDAD Lenta Rápida
EVOLUCIÓN Darwiniana ¿Lamarckiana?
TABLA
2
No procede aquí
un comentario detallado de la tabla, que puede leerse en Álvarez (2007). Los
problemas fundamentales se encuentran en las filas con asterisco, porque la
forma de entender y fundamentar el proceso de imitación como forma de
transmisión de los memes, en el sentido más amplio posible, es, junto a la
caracterización de los propios memes, el otro elemento fundamental de la
memética: “la imitación es, precisamente, lo que nos hace ser tan especiales”
(Blackmore 2000, 31). Imitar es, en su sentido más amplio, copiar memes
(instructivos o productos) desde un soporte a otro (no sólo directamente de
cerebro a cerebro). Y justo la falta de precisión en la excesiva diversidad de
los conceptos de meme como un replicador de segundo nivel y la noción general
de imitación mantuvieron la mémetica como una naturalización analógica carente
de bases ontológicas bien definidas.
Al mismo tiempo,
la investigación neurocientífica, con el descubrimiento de la función de las
neuronas espejo introdujo bases neuronales para la comprensión de la acción y
su relación con la imitación. En las dos últimas décadas del siglo XX, los estudios
realizados con macacos por Giacomo Rizzolatti, Leonardo Fogassi y Vittorio
Gallese en la universidad italiana de Parma, dieron como resultado el
descubrimiento de que determinadas neuronas que se encuentran en la
circunvolución frontal inferior (región F5) y en el lóbulo parietal inferior de
dichos macacos, se activaban no sólo cuando el animal realizaba una determinada
acción —por ejemplo coger un objeto— sino cuando veía a otro de su especie —o
incluso al propio experimentador— realizar la misma acción 20. Limitándonos
aquí al caso de la memética, el descubrimiento de las neuronas espejo pudo
haberle proporcionado un referente neuronal para la imitación y, a través de
ella, para una teoría de la evolución cultural. No obstante, en lugar de un refuerzo,
se produjo un debilitamiento de la memética y, en el 2005 dejó de publicarse en
Internet el Journal of Memetics.
En ese mismo año,
la reacción de Susan Blackmore ante la teoría de las neuronas espejo intenta juzgar
hasta dónde confirma sus previsiones la “arquitectura neuronal mínima” de la
imitación y la empatía.
Toda la duda [que
queda tras estas referencias neurocientíficas] tiene que relacionarse con que
la memética pueda alguna vez mostrarse útil como ciencia, y con que los memes
hayan jugado realmente el papel crucial en la evolución humana que la teoría
memética sugiere [...] La memética ha dado un primer paso, pero tiene mucho
camino que recorrer si ha de probar su valía en la comprensión de la evolución
humana.
Un año más tarde,
en su réplica a las tesis de Mesoudi, expone “por qué necesitamos la memética”.
Y en ello está, aunque hoy la memética haya entrado en eclipse, argumentando a
favor de su utilidad (Blackmore, por aparecer), negando precisamente que se
trate de una teoría puramente analógica, en vez de una teoría sustantiva.
5.
LA “EMPRESA” ONTOLÓGICA DE UNA ECONOMÍA EVOLUCIONISTA
Mesoudi, et al.
(2006) defienden una naturalización unificadora y programática, en la cual
organizan las ciencias de la cultura en paralelo con las ciencias biológicas en
el marco teórico darwiniano/darwinista. La memética fue el intento de elaborar
una teoría de la selección cultural análoga a la teoría de la selección
natural, con memes para genes e imitación para reproducción (como procesos de
transmisión de información). La analogía no se consolidó con una ontología
adecuada y los avances neurocientíficos tampoco se la han proporcionado, al
menos de momento. La propuesta global de Mesoudi, et al. (2006) y la memética
tienen como base el núcleo darwiniano de los principios de variación, herencia
y selección, que son irrenunciables para el antaño llamado “darwinismo
universal”, hoy renombrado con mayor prudencia “darwinismo generalizado”,
todavía “un proyecto de investigación inconcluso” (Aldrich, et al. 2008, 581),
que debe desarrollar los tres principios del núcleo darwiniano. Ello ocurre así
porque “el darwinismo no proporciona una teoría completa de todo, desde las
células hasta la sociedad humana; en cambio, esos tres principios son una
especie de ‘metateoría’ o marco teórico global en el que los teóricos sitúan
explicaciones particulares”. Esta generalización ni se reduce a un mero
planteamiento analógico, ni implica ninguna clase de reduccionismo biológico.
En la sección 2
figura una extensa cita de Hodgson y Knudsen (2006, 1) en la que, aparte de la
aceptación de los principios del núcleo darwiniano, se subraya que “aunque los
principios darwinianos son siempre necesarios para explicar sistemas de
poblaciones en evolución, nunca bastan por sí solos”. Hodgson (2002, 278),
claramente ha sostenido que “el darwinismo proporciona una ontología
convincente [...] en la que deben encontrar acomodo las teorías específicas”,
entre ellas la economía evolucionista de la que Hodgson es un destacado teórico
y especialista. Ahora bien, esa ontología convincente, necesaria pero no
suficiente y articulada según los principios de núcleo darwiniano, es una
ontología abstracta que debe ser interpretada en el dominio objetivo de las
diferentes teorías.
El darwinismo generalizado se apoya
en la afirmación de la existencia de características abstractas comunes tanto
en el mundo social como en el biológico:
Es fundamentalmente la convicción de un
grado de comunidad ontológica en un elevado nivel de abstracción, pero no en el
nivel de los detalles. Esta comunidad es aprehendida por conceptos tales como
replicación y selección, definidos del modo más preciso y significativamente
posible, pero en un sentido abstracto y altamente general. Salvo “comunidad
ontológica”, las demás cursivas son mías).
El dominio de
objetos de esta ontología abstracta es el conjunto de los “sistemas complejos
abiertos” o, más precisa y reciente- mente, el de los “sistemas poblacionales
complejos”.
Repetida hasta la
saciedad ha sido la afirmación de Mayr acerca del carácter poblacional de la
teoría de la evolución darwiniana: la coincidencia llega incluso hasta este
punto. Pero precisamente en este punto, dada la defensa de una teoría abstracta
de la evolución construida en torno al núcleo darwiniano y para entender la
singularidad de Darwin, hay que volver atrás.
Si se acepta el
planteamiento del darwinismo generalizado, en concreto, la ontología abstracta
o formal que es común a la teoría darwiniana y a otras teorías posibles (otras
interpretaciones en otros dominios que no sean las poblaciones de organismos en
general), es razonable aceptar lo que sigue.
Históricamente hablando, Darwin llegó a su
teoría de la evolución por selección natural en el dominio de las poblaciones
biológicas, como está documentado por numerosísimos y brillantes estudios. En
el bloque causal (Darwin 1859, capítulos I-IV) se valió de acciones humanas
(selección artificial) y estuvo bajo la influencia de la teoría maltusiana
acerca de poblaciones humanas (lucha por la existencia). Allí llevó a cabo su
propia generalización, sobre la base de que la selección artificial, que por
obedecer a los mismos mecanismos que la natural, es un caso de ésta. Asimismo,
las poblaciones humanas de Malthus quedaron subsumidas en las poblaciones biológicas
en general. En El origen de las especies quedaron establecidos los tres
principios del núcleo darwiniano: variación, herencia y selección, aunque no
sus mecanismos subyacentes, que fueron determinados por las ciencias biológicas
posteriores que llegan hasta hoy. El éxito, con independencia de las
controversias sobre temas importantes, de la teoría darwiniana y de las
“síntesis” darwinistas posteriores, condujo a buscar, abstrayendo 22, la
estructura que caracteriza al llamado inicialmente “darwinismo universal” y
después, con más prudencia, “darwinismo generalizado”.
Sistemáticamente
hablando, esta teoría abstracta, que lleva consigo una ontología formal —sus
objetos son definidos en abstracto como sistemas poblacionales complejos (y de
éstos parece que hay muchos en todas partes)— funciona, dentro de lo que cabe,
como la fórmula general de la cuadrática, que ahora reabsorbe el ejemplar
original, la teoría darwiniana de la evolución. Tampoco hay que olvidar que
Darwin llevó a cabo la primera generalización, el primer “darwinismo
generalizado” con respecto a los “anclajes humanos” de la selección artificial
y las poblaciones maltusianas. El origen del hombre es una vuelta desde lo
general a lo particular, de la evolución general a la evolución humana.
Darwin, en su singularidad, fue el primero
en recuperar los orígenes de los que partió con la teoría general —concreta,
biológica, no abstracta— de la evolución por selección natural, que se ocupa de
las variedades y especies, en tanto que realizadas en poblaciones de organismos
individuales.
Por tanto, el
darwinismo generalizado es una segunda generalización, esta vez hacia la
abstracción, que permite no la extrapolación, sino la interpretación en
diferentes dominios. Como ejemplo, y ejemplar, considero a continuación la
iniciativa de Hodgson, colaboradores y seguidores, en la economía
evolucionista, porque tienen el doble mérito de haber proporcionado la teoría
del darwinismo generalizado y de haber intentado, como se verá, desarrollar, en
el ámbito de la economía, la interpretación correspondiente.
Ya desde 1976,
Dawkins introdujo el meme como unidad de información cultural que, como el gen,
había de ser un replicador que viaja en los vehículos correspondientes.
Posteriormente, Hull renombró “interactores” a los vehículos dawkinsianos,
denominación que se ha hecho habitual en la oposición
replicadores/interactores. La memética no consiguió aclarar adecuadamente la
naturaleza del meme como replicador. El intento de Aunger de dar naturaleza
neuronal al meme como “el estado de un nodo en una red neuronal capaz de
generar una copia de sí mismo en esa misma o en una red neuronal diferente, sin
resultar destruido en el proceso [...] se aparta de la comunicación y
transmisión cultural de ideas identificables, que la memética, en su origen,
intentaba tratar”. Consecuentes con su planteamiento de interpretar en un dominio
determinado los conceptos abstractos del darwinismo generalizado
—entre ellos el concepto de replicador— los
autores citados optan por interpretarlo en el campo económico por medio de los
conceptos de hábito y rutina. Los hábitos, entendidos como “la propensión a
comportarse de una determinada manera en una determinada clase de situaciones” (Ibid.,
287), se replican de un modo que satisface las exigencias más estrictas.
El hábito en una
persona causa un comportamiento que es copiado y conduce a la adquisición de
hábitos semejantes. El hábito adquirido es semejante al primero respecto del
comportamiento que puede promover en determinadas condiciones. Alguna clase de
información tácita o diferente se transfiere en el proceso. Y puesto que la
copia de comportamiento está implicada, también la duplicación está presente
(Ibid. Cursivas en el original).
Los hábitos no
flotan en el aire, “se forman y almacenan en los sistemas nerviosos
individuales [...y] las instituciones sociales ayudan a estabilizar y canalizar
comportamientos y hábitos” (Ibid., 289). Al lado de los hábitos, en los
contextos institucionales en que se mueve la economía evolucionista, las
rutinas son también posibles replicadores que, en vez de replicarse de
individuo a individuo como los hábitos, se replican de grupo a grupo y de
organización a organización. Son replicadores de otra escala, consistentes en disposiciones
organizativas que potencian patrones condicionales de comportamiento en un
grupo organizado de individuos, que incluyen respuestas secuenciales a indicios
[...] las rutinas no son comportamiento: son capacidades o destrezas
comportamentales almacenadas [...que] implican estructuras organizacionales”
Como ya indicó
Dawkins (1994) los replicadores se desplazan en “vehículos”:
los interactores de Hull. En la
interpretación evolucionista de la economía institucional Hodgson y Knudsen
introducen la firma en cuanto institución empresarial como el interactor de
hábitos y rutinas. Prescindo de todos los desarrollos técnicos, a sabiendas de
que simplifico en exceso.
Para un nivel de selección dado en un
dominio objetivo determinado, en el que se interpreta la teoría abstracta del
darwinismo generalizado, a los replicadores corresponden sus interactores.
Los individuos
humanos son interactores. Las firmas están constituidas por individuos y sus
relaciones mutuas. Por tanto, si las firmas son interactores, entonces tenemos
una jerarquía de interactores y un proceso evolutivo que opera en más de un
nivel [...aunque] no tenga que existir una correspondencia biunívoca entre una
jerarquía de replicadores y una jerarquía de interactores
En resumen, y
para terminar este apartado, lo anterior sintetiza una interpretación del
darwinismo generalizado, donde hábitos y rutinas son replicadores y las firmas
son interactores en un análisis evolucionista de la economía.
6.
CONCLUSIONES
Las conclusiones
cierran los artículos que las formulan, pero no tienen por qué cerrar el tema;
pueden, además, señalar las vías abiertas para continuar el estudio. Éstas
culminan el recorrido anterior y señalan en dirección a otros planteamientos
que complementan lo expuesto o se oponen al mismo.
Por lo que
antecede, puede comprobarse la influencia del planteamiento teórico darwiniano,
que contiene un núcleo de tres principios: de variación, de herencia y de
selección. En torno a este núcleo existe un acuerdo de mínimos entre la mayoría
de los intentos de unificar las ciencias de la cultura a la manera en que, se
piensa, la teoría darwiniana complementada con las síntesis posteriores, en los
darwinismos posteriores , parece haber unificado los conocimientos biológicos.
Las diferencias empiezan a producirse cuando se quiere o bien asumir una
versión de la unificación darwinista que pueda proyectarse globalmente sobre
las ciencias de la cultura (Mesoudi, et al. 2006), o bien se aplica localmente
a determinados campos de las ciencias la cultura. La memética, como teoría de
la selección cultural, tuvo pretensiones de generalidad, pero la indefinición de
algunos elementos básicos de su ontología —los memes— y la excesiva generalidad
de su proceso de transmisión, le impidieron ir más allá de una naturalización
externa, meramente analógica. La aparición de ciertos descubrimientos en las
neurociencias —la relación de las neuronas espejo con la comprensión de la
acción y la imitación— coincidió con un eclipse que todavía no ha terminado, si
no es ya el ocaso definitivo. La aplicación de la ontología darwiniana vaciada
de sus contenidos originales y asumida como el esquema formal de una ontología
de los sistemas poblacionales complejos, que ha de rellenarse (interpretarse)
en una diversidad de dominios de las ciencias de la cultura, ha sido defendida
con insistencia por la interpretación de Hodgson y seguidores en la llamada “economía
evolucionista”, como se resumió en el último apartado.
En Álvarez (2010
por aparecer) considero naturalización analógica a la intentada por la
memética, que se queda corta en materia de ontología. Identifico allí como
naturalización esquemática a la desarrollada parcialmente por Hodgson en
economía, porque pretende culminar la analogía en una ontología, interpretando
en términos técnicos de la teoría económica los conceptos abstractos extraídos
del planteamiento darwinista. Me parece una naturalización sustitutiva el
intento de reducir las ciencias de la cultura a neurociencias —en modelo
darwinista o no— cosa que, de momento, no ha alcanzado la influencia que
tuvieron o acaso tengan las dos anteriores.
Pero la cuestión
sigue viva —y probablemente por mucho tiempo— y sería necesario continuar los
desarrollos que oponen, complementan o continúan estos planteamientos naturalizadores.
No hay cabida aquí para ello, pero no quiero dejar pasar la ocasión para
indicar el trabajo de Vromen (2007) sobre el darwinismo generalizado aplicado a
la economía evolucionista. El título es significativo: “El darwinismo
generalizado en la economía evolucionista: el diablo está en los detalles”.
Aunque no considero adecuada la naturalización esquemática de Hodgson y
Knudsen, destaco su acertada distinción respecto de las cuestiones ontológicas que
aquélla plantea. Afirma, con razón, que la adopción del darwinismo generalizado
comporta la existencia de tres clases de problemas ontológicos: 1) el de la
adecuación de los tres principios del núcleo darwiniano; 2) la cuestión de la
pertinencia de una cadena causal desde lo biológico hasta lo económico, y 3) la
existencia y definición de una ontología estratificada.
En cualquier
caso, las iniciativas naturalizadoras analizadas son tan interesantes como
problemáticas, y constituyen un tema recurrente en la filosofía de la ciencia y
en la ontología. Por eso este final no es un cierre, sino una apertura a
mayores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario