domingo, 24 de noviembre de 2013

Analogías darwinianas



ANALOGÍAS DARWINIANAS: MODELOS Y/O METÁFORAS
1. Introducción
    La existencia de metáforas orientadoras, con valor heurístico en la ciencia, es un hecho. Hay que agradecer a los historiadores de la ciencia, sobre todo a los historiadores culturales, que hayan destacado este hecho en su detalle casuístico.
    Esta ponencia se propone utilizar, como ilustración de sus tesis, el caso de más que conocidas expresiones darwinianas, cuales son "selección artificial", "lucha por la existencia", "supervivencia de los más aptos" como sucedáneos convenientes de "selección natural" —la gran metáfora darwiniana según Young (1985,1993)— para insertarlas en el marco de procedimientos analógicos, en cuyo origen se hallan dichas metáforas, pero en cuyo destino se contemplan de forma general los sistemas y procesos característicos del conjunto de referencia de la teoría.
    Una lectura cuidadosa de El origen de las especies (OE) puede suministrar ejemplo para la tesis general de que pueden distinguirse dos situaciones en las cuales las metáforas desempeñan papeles diferentes.
2. El modelo (analogía) de la selección artificial
    En Darwin selección natural se opone tanto a "selección" (creación) sobrenatural como a selección artificial. Por lo que toca a esta segunda oposición, es necesario aclarar su función epistemológica. No es una mera oposición excluyente, pero tampoco es una "proyección" antropomórfica de las acciones teleológicas en los mecanismos causales, ni una simple metáfora afortunada. La selección artificial puede haberle sugerido a Darwin la idea de selección natural, como él mismo confesaba en una carta a Wallace de 1858, un año antes de publicar El origen de las especies: "Llegué a la conclusión de que la selección era el principio del cambio a partir del estudio de las producciones domésticas; y después, leyendo a Malthus, vi enseguida cómo aplicar este principio" (citado por Limoges (1970), 84). Pero la validez del principio depende de conexiones objetivas que rebasan la sugerencia metafórica.

    Darwin utilizó como modelo de la selección natural (SN) la selección artificial (SA), en la medida en que los procesos (realmente procedimientos, acciones humanas) de selección artificial obedecen a mecanismos subyacentes, para él desconocidos, que gobiernan ambos tipos de procesos. Los procedimientos de la SA controlan desde fuera, canalizan, mecanismos en cuyo funcionamiento interno no intervienen (Cf. Sanmartín, 1987, 87 y ss.). Como actuación externa, dadas las variaciones por la naturaleza, ha de entenderse la selección artificial darwiniana. "El hombre apenas puede seleccionar, o solamente con mucha dificultad, alguna desviación de estructura, excepto las que son externamente visibles; y en verdad raras veces se preocupa por lo que está interno. Nunca puede actuar mediante selección, excepto con variaciones que primero le son dadas, en cierto grado por la naturaleza." (OE, 82, cursivas mías)
La analogía darwiniana tiene la forma:
SA : SN :: Mec(SA): Mec(SN).
    Pero la igualdad Mec(SN) = Mec(SA) y la menor extensión de SA, como subconjunto propio de SN (SA Ì SN), establece un homomorfismo (una inyección que conserva la estructura) de SA en SN.
Aquí hay que señalar que en el contexto de descubrimiento se va de SA a SN: SA es el particular dado y SN el universal abducido, a partir del cual se recupera, en el contexto de justificación, la SA como tal particular. Esto también conduce a una ampliación de la ontología de los "agentes selectivos", que ha llevado a innumerables polémicas posteriores.
    A este respecto dejan pocas dudas las palabras del propio Darwin en el capítulo XV ("Recapitulación y conclusiones"):
En estado doméstico vemos mucha variabilidad producida, o por lo me/nos estimulada, por el cambio de condiciones de vida; pero con frecuencia de una manera tan oscura que estamos tentados a considerar las variaciones como espontáneas. La variabilidad está regida por muchas leyes complejas [...] La variabilidad no es producida realmente por el hombre; el hombre tan sólo expone, y sin intención, los seres orgánicos a nuevas condiciones de vida, y luego la naturaleza obra sobre la organización y la hace variar. Pero el hombre puede seleccionar, y selecciona, las variaciones que le presenta la naturaleza, y las acumula así de la manera deseada. Así el hombre adapta a los animales y plantas a su propio beneficio o gusto. Puede hacer esto metódicamente, o puede hacerlo inconscientemente, conservando a los individuos que le son más útiles o agradables, sin intención de modificar las castas. Este proceso inconsciente de selección ha sido el agente principal en la formación de las razas domésticas más distintas y útiles.
No hay motivo alguno para que los principios que han obrado tan eficazmente en estado doméstico, no hayan obrado también en estado de naturaleza (cursivas mías).
    Darwin libera incluso la SA de la intencionalidad exhaustiva. No toda selección artificial es premeditada. Por tanto: ¿qué diferencia hay entre la SA inconsciente y la SN propiamente dicha? En el capítulo I de OE, 79, da primacía a esta clase de SA: "De hecho, criadores eminentes, por medio de una selección metódica, con vistas a un fin bien determinado, tratan de obtener un nuevo linaje o subraza superiores a todas las de su clase en su país. Mas para nuestro propósito es más importante una forma de selección, que puede llamarse inconsciente, y que resulta de que cada uno procura poseer y sacar cría de los mejores ejemplares" (cursivas mías y modificación del comienzo de la traducción). La teleología no es coextensiva ni siquiera con toda la SA, sólo con una parte suya, de hecho una parte menor. El residuo de teleología no es inconveniente, porque afecta sólo a los estímulos externos, no a los mecanismos subyacentes.
    Camille Limoges (1970, 85), en su estudio histórico sobre el desarrollo darwiniano del concepto de selección natural, ha objetado con razón que "[l]a complejidad de la selección natural, su funcionamiento «ecológico», se comprende mal si la concepción darwiniana de la selección natural no es más que una «proyección» en la naturaleza de los procedimientos artificiales de la formación de razas nuevas [...]".
    Es claro que el propio Darwin no identifica SN y SA y no proyecta ésta sobre aquélla, sino que, al revés, inyecta la SA en la SN. SN incluye SA que no es más que el caso de SN "estimulada" por acciones (conscientes o inconscientes), puesto que los mecanismos activos son los mismos.


3. Dos caracterizaciones de la selección natural: la lucha por la existencia y la supervivencia de los más aptos
    Los historiadores de la ciencia han abundado sobre la procedencia de estas dos expresiones "afortunadas", por ejemplo, Young (1985), Galaty (1997), Muñoz Rubio (1998). Fue el propio Darwin quien se ocupó de señalar desde el principio estas influencias. Aquí se consideran estas expresiones no desde el punto de vista externo de la "influencias", sino desde el epistemológico, interno al planteamiento darwiniano.
3.1 SN1: La lucha por la existencia (OE capítulo III)
    En su artículo "sélection naturelle" del diccionario por él dirigido (1996, vol. 3, 3933-35), ofrece Tort un esquema en diez puntos de la estructura argumentativa de OE. Los puntos 6 y 7 enfrentan una tesis general (6): la capacidad natural de los representantes de cualquier especie, animal o vegetal, de ocupar totalmente los territorios disponibles, y un hecho (7) (repetido, "casi general") que parece ir contra la tesis: la existencia casi universal de equilibrios naturales caracterizados por la coexistencia, en un mismo territorio, de representantes de múltiples especies Esta oposición, entre una tesis general (en un marco teórico) a la que no se puede de renunciar y hechos que no se pueden negar, plantea siempre el problema de su conciliación.
    Esto ocurre con frecuencia: baste con un ejemplo. El antropólogo francés Maurice Godelier (1967) se planteó un problema semejante. Su marco teórico era el materialismo histórico, para el cual es una tesis básica y, por tanto, irrenunciable, que en un sistema social las relaciones determinantes, en última instancia, son las relaciones de producción económica que configuran, articulando las fuerzas productivas, la infraestructura del sistema. Frente y contra esa tesis, las observaciones de la antropología de las sociedades primitivas ofrecían un panorama muy diferente: las relaciones de parentesco aparecían como determinantes. Godelier encontró que la tesis y los hechos eran conciliables en la medida en que las relaciones de parentesco eran multifuncionales, pues hacían también las veces de relaciones de producción.
    Pero el caso de Darwin, apoyado en el propio texto, presenta características especiales. Con relación al punto 6 del esquema de Tort, encontramos en Darwin la siguiente formulación:
No hay ninguna excepción a la regla de que todo ser orgánico aumenta naturalmente en progresión tan elevada que si no es destruido, pronto estaría la Tierra cubierta por la descendencia de cada pareja." (OE, 103, cursivas mías)
            Incluso si se limita la extensión desde la "la Tierra" hasta "un territorio dado", la observación muestra justamente que la morfología básica (MB), el modelo previsto en el principio, no se cumple, es decir, que las diferentes morfologías observadas (MO) se desvían de MB. Para explicar las MO, es necesario introducir las "causas" de la desviación (Cf. Álvarez, 1994). Esa conjunción de causas que permiten, en principio (de hecho, ya es otra cuestión), reconstruir las MO, es la selección natural en su versión interactiva de "lucha por la existencia".
MB (ocupación solitaria y total ) ¹ MO (coexistencia y ocupación parcial)
¯ _______________________________________­
selección (lucha por la existencia) natural

    Darwin caracteriza esa conjunción de causas que permiten la "explicación" de las MO como "los obstáculos" al aumento de las poblaciones: "las causas que contrarrestan la tendencia natural de cada especie a aumentar son de lo más oscuro. No sabemos exactamente cuáles sean los obstáculos, ni siquiera en un solo caso."
    Se ha señalado con razón el carácter "ecológico" del principio darwiniano de selección natural (Limoges (1970), Tort (1996)). Si como el propio Darwin reconoce, utiliza la expresión "lucha por la existencia" en un sentido amplio y metafórico, que incluye la dependencia de un ser respecto de otro, y ¾ lo que es más importante¾ incluye no sólo la vida del individuo, sino también el éxito de dejar descendencia,no es menos cierto que las dependencias (relaciones e interacciones) de unos seres respecto de otros (bióticos o abióticos) son los referentes literales de la "selección natural", ecológicamente entendida, cuya metáfora es la "lucha por la existencia", a saber, las interpretaciones empíricamente contrastables de la SN1, que juegan, en las explicaciones concretas y efectivas, el papel de causas de la desviación.
    La continuación de este texto citado merece lectura detallada, porque ilustra las diferentes acepciones ecológicas de "lucha".
De dos animales caninos, en tiempo de escasez y de hambre, puede decirse verdaderamente que luchan entre sí por conseguir alimento y vivir. Pero de una planta en el límite de un desierto se dice que lucha por la vida contra la sequedad, aunque fuera más propio decir que depende de la humedad. De una planta que produce anualmente un millar de semillas, de las que, por término medio, sólo una llega a la madurez, puede decirse con más exactitud que lucha con las plantas de la misma clase y de otras que ya cubren el suelo. El muérdago depende del manzano y de algunos otros árboles; más sólo en un sentido muy amplio/ puede decirse que lucha con estos árboles, pues si creciesen demasiados parásitos en el mismo árbol, éste se extenúa y muere; pero de varias plantitas de muérdago que crecen muy juntas en la misma rama, puede decirse con más exactitud que luchan entre sí. Como el muérdago se disemina por los pájaros, su existencia depende de éstos, y puede decirse metafóricamente que lucha con otras plantas frutales, tentando a los pájaros a devorar y así diseminar sus semillas. En estos diversos sentidos, que se relacionan entre sí, empleo por razón de conveniencia la expresión general de "lucha por la existencia."
    En ese marco ecológico del conjunto de restricciones u obstáculos al aumento de las poblaciones quedan subsumidas, inyectadas, las poblaciones humanas de Malthus de forma semejante a como quedaba subsumida la selección artificial en la selección natural. Los partidarios de la naturalización de las ciencias sociales encontrarían aquí una buena dosis de agua para su molino, en contra de la tesis de la proyección antropomórfica del ensayo mathusiano sobre la naturaleza por parte de Darwin. La subsunción de la lucha particular a una especie en la sociedad, procedente de Malthus, en una lucha generalizada en el conjunto de las especies en la naturaleza, no comporta solamente una diferencia de extensión, sino también un cambio de perspectiva. Esto basta por sí sólo para dar una lectura apropiada de lo que pasaría por otra metáfora darwiniana, a saber, el empleo repetido de la expresión "economía de la naturaleza"  
    El capítulo III de OE es el lugar en el cual la metáfora de la "lucha" se convierte en la representación de la(s) (inter)dependencia(s) en el marco de los sistemas ecológicos cuando la analogía se transforma de impropia en propia, de metafórica en conceptual.

3.2 SN: la supervivencia de los más aptos
    El capítulo IV ofrece la segunda acepción de "selección natural" con otra expresión "conveniente", tomada esta vez del filósofo Herbert Spencer. La expresión no apareció en la primera edición de OE, y fue usada inicialmente por Darwin en Las variaciones de los animales y las plantas bajo domesticación (1868), y posteriormente adoptada en la 5ª edición de OE (1869). En el capítulo III de OE  aclara Darwin, de pasada, cuando ofrece la acepción SN, que he denominado a este principio, por el cual toda variación ligera, si es útil, se conserva, con el término de "selección natural", a fin de señalar su relación con la facultad de selección del hombre. Pero la expresión frecuentemente empleada por Mr. Herbert Spencer de "la supervivencia de los más aptos" es más/ exacta (accurate) y, a veces, igualmente conveniente.
    Texto paralelo a éste de Spencer:
La supervivencia de los más aptos, que aquí he intentado expresar en términos mecánicos, es lo que Mr. Darwin ha llamado "selección natural o conservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida.
    Si SN se identifica con el conjunto de factores (causas) que explican los equilibrios ecológicos por restricción del crecimiento de las poblaciones, SN2 es un principio genérico de conservación diferencial respecto de las variaciones disponibles.
    En el comienzo de OE, IV, Darwin se pregunta: "¿Cómo actuará la lucha por la existencia [...] en lo que se refiere a la variación"? Es decir, qué resultados produce y cómo opera el mecanismo causal sobre las variaciones, a las que tampoco cabe asignarle limitación alguna en principio, pues a la al parecer ilimitada complejidad de las relaciones de SN1 corresponde "una complejidad infinita en la estructura, constitución y costumbres" (OE: Darwin dice literalmente "causan", puesto que SN1 está concebida como un mecanismo causal) de los seres vivos, Así como en ausencia de SN1 las poblaciones ocuparían todo el espacio, en este contexto, si nada lo impidiese, las variaciones crecerían sin límite. Pero éste sería también un supuesto contrafáctico que, sin embargo, Darwin no enuncia, sino que argumenta en términos de hechos y de razones. Es un hecho, por una parte, que hay variaciones útiles, como se ha mostrado en la selección artificial, y sería inconcebible que en un conjunto ilimitado de variaciones "no se hubieran presentado nunca variaciones útiles a la prosperidad de cada ser".
Pero si alguna vez ocurren variaciones útiles a cualquier ser orgánico, los individuos así caracterizados tendrán seguramente las mejores probabilidades de conservarse en la lucha por la vida, y por el poderoso principio de la herencia, éstos tenderán a producir descendencia con caracteres semejantes. A este principio de conservación o supervivencia de los más aptos, lo he llamado selección natural.(OE, 156, cursivas mías)
    En tanto que diferencial, SN2 es (como exigía el modelo explicativo para SN1) también un principio de destrucción, de extinción. La acción selectiva lo es en dos sentidos: en el de la supervivencia de los más aptos y en el de la extinción de los menos aptos.
Debido a la elevada progresión geométrica de aumento de todos los seres orgánicos, cada área está ya completamente provista de habitantes, y de esto se sigue que así como las formas favorecidas generalmente aumentan en número, las menos favorecidas generalmente disminuirán y llegaran a ser raras. La rareza, según nos enseña la geología, es precursora de la extinción. (OE, 138, cursivas mías).

            La expresión "supervivencia de los más aptos" tiene, frente a la de "lucha por la vida", el sentido de un resultado (procesual o puntual), a saber, que los mecanismos causales aludidos por "la lucha por la vida" producen los diferentes estados y procesos de coexistencia de las distintas formas aludidos con "la supervivencia de los más aptos". Aunque Darwin distingue, incluso en lo títulos de los capítulos III y IV, SN1 de SN2, están continuamente entrelazándose ambas acepciones de "selección natural". Ello no obsta para que sea posible marcar una mayor asociación entre SN1 y mecanismos causales interactivos, así como entre SN2 y los estados y procesos resultantes de la acción de SN1 sobre las variaciones dadas en cada momento. Es posible, simplificando al extremo y sin ninguna pretensión matematizadora, ilustrar la relación entre SN1 y SN2 con relación a variaciones v1,v2,...vn, como sigue:
(1) SN2 = SN1(v1,v2,...,vn).
Y, habida cuenta de que se trata de un proceso recurrente, ha de añadirse la condición

(2) [SN1]t+1 = [SN2]t,
que da como resultado la forma iterativa
(3) [SN1]t+1 = [SN1]t(v1,v2,...vn).
    Queda así manifiesta la unidad conceptual de la selección natural como la de una idea que abarca tanto los mecanismos causales (SN1) por los cuales se alteran los estados de los sistemas en interacción, cambios de estado cuyas secuencias constituyen los procesos en los cuales se produce la conservación (y, conexamente, la disipación) de los más (conexamente, de los menos) aptos.
4. La analogía entre variedad y especie: continuidad y gradualismo
    Las expresiones "lucha por la existencia" y "supervivencia de los más aptos" no son, por tanto, simples metáforas secundarias de una metáfora primordial: "selección natural". Son los puentes que unen "selección natural", interpretada debidamente, con sus referentes en las explicaciones efectivas. Pero la teoría de la (evolución por) selección natural fue formulada con el propósito de suministrar un esquema general de la transformación (aparición y desaparición) de las especies. Para ello, sin embargo, fue necesario establecer una articulación entre los niveles del dominio objetivo de la teoría. Esa articulación cobra forma en términos de otra analogía.
    En el resumen del capítulo II de OE acerca de la variación en estado de naturaleza, Darwin establece claramente el tránsito entre variedades y especies, que permite unificar su origen con relación al mecanismo de la SN.            En conclusión, las variedades no pueden distinguirse de las especies, excepto: primero, por el descubrimiento de formas de enlace intermedias, y, segundo, por cierta cantidad indefinida de diferencia entre ellas la cuantía de diferencia que se considera para dar a cualquiera de las dos formas consideradas la categoría de especie, no se puede determinar  las especies de los géneros grandes presentan una analogía muy intensa con las variedades. Y podemos comprender claramente estas analogías, si las especies existieron en otro tiempo como variedades y se originaron de este modo; mientras que estas analogías resultan completamente inexplicables si las especies son creaciones independientes.
    La analogía es perfectamente clara:
variedades : especies :: SN(variedades) : SN(especies)
Se basa en un principio de continuidad entre variedades y especies: "las especies no son más que variedades muy acusadas y permanentes, y cada especie existió primero como variedad".
    La diferencia entre variedades y especies es pragmática, relativa a la descripción, mientras que su semejanza es semántica (ontológica) en virtud del principio de continuidad (que no excluye la discontinuidad de la divergencia por acumulación de diferencias) y asimila la aparición de especies a la aparición de "variedades muy acusadas". El propio Darwin lo aclara más adelante afirmando que la selección natural gradual es una realización (y, por tanto, una confirmación empírica) del principio de continuidad.
Como la selección natural obra únicamente por la acumulación de variaciones leves, sucesivas y favorables, no puede producir modificaciones grandes o súbitas: sólo obra por pasos cortos y lentos. De aquí que el precepto de Natura non facit saltum, que cada nuevo conocimiento que adquirimos tiende a confirmar, sea inteligible de acuerdo con esta teoría (OE, 464. Salvo la cursiva en negrita, todas son mías. Es curiosa la identificación de Darwin entre confirmación e intelección, característica de una cierta "teoría empirista del significado").
    Aquí los particulares dados (no en sí mismos, sino en una tradición científica que había sido en su mayor parte fijista, creacionista o no) son las cuestionadas "especies", que resultan absorbidas por las variedades como "variedades muy acusadas". Esta es la base del gradualismo.

5. El nivel de resolución de la teoría de la (evolución por) selección natural
El par conjugado variedades/especies constituye lo que en repetidas ocasiones he llamado el nivel de resolución (Cf. Álvarez) de una teoría. La Química clásica alcanzó su consolidación en el siglo XIX no por postular la existencia de "átomos", sino al desarrollar la distinción, aún confusa, de Avogadro entre los átomos como unidades que entran en las combinaciones y las moléculas como unidades de composición de los gases (Mieli 1947). Ese desarrollo constituyó el establecimiento del par conjugado átomos/moléculas como nivel de resolución de la Química clásica. El nivel de resolución no se identifica, por tanto, con una simple escala de entidades del dominio de una teoría, sino que contiene siempre más de una: al menos dos escalas o niveles contiguos entre los cuales discurren las explicaciones. Lo característico de los niveles de resolución es que, aun siendo el par conjugado en que consiste una conexión material de escalas reales, involucran esencialmente el papel fundamental de las operaciones científicas. El concepto de nivel de resolución es un concepto filosófico ontológicamente fundado, pero no dado de antemano, sino metodológicamente establecido, que se alcanza en el desarrollo histórico de la ciencia.
    El par conjugado variedades/especies juega ese papel en la teoría darwiniana. En la sección anterior se ha considerado su relación con el gradualismo. Aquí puede servir, precisamente, para esclarecer la cuestón de la propiedad o impropiedad de las construcciones analógicas de Darwin. La antigua teoría de las analogías distinguía entre las analogías propias o conceptuales y las impropias o metafóricas.
 Es necesario determinar la propiedad (o impropiedad) de esta analogía darwiniana sin incurrir en circularidades triviales. El concepto de nivel de resolución, entendido como un par conjugado de niveles objetivos, donde las entidades del primero son componentes o partes del segundo, ofrece una primera aproximación. Bueno (1970) propuso un criterio para distinguir las analogías propias de las impropias descomponiendo las analogías en relaciones de semejanza y contigüidad, y analizando su forma de conexión.
Si existe algún criterio interno capaz de discriminar las proporciones conceptuales y las proporciones metafóricas, ha de fundarse en la posibilidades de distinguir tipos de conexión material entre las relaciones verticales (aquí la contigüidad) y las horizontales (aquí la semejanza), en tanto que estas conexiones sean "operatorias". El criterio que propongo aquí abreviadamente es el siguiente: que las relaciones verticales [de contigüidad] intervengan o no intervengan en la materia de las relaciones horizontales de semejanza
    El nivel de resolución variedades/especies es una relación en la cual las entidades del primer término son componentes materiales de los términos del segundo: las especies, sean lo que sean, se componen de variedades, e incluso se identifican con ellas (son "variedades muy acusadas") y el origen de las especies es (como) el origen de las variedades: el origen de las variedades "explica" el origen de las especies. Darwin inyecta las especies en las variedades como casos particulares. La contigüidad de los componentes del nivel de resolución asegura el carácter conceptual de la semejanza. Se evita así el problema de la impropiedad metafórica, que se mantiene, sin embargo, en todas aquellas analogías en que natura facit saltum, es decir, en las que las semejanza se establece entre niveles no contiguos: la metáfora es un salto que viola el principio de continuidad. En este sentido, no hay "salto" más metafórico que la creación independiente de las especies.
    El paso siguiente conduce hacia categorías superiores. Los textos de Darwin contienen explícitamente la analogía variedad : especie :: especie : género. La extrapolación hacia categorías más amplias, asentada sobre la descendencia —una conexión material que prolonga más allá el principio de continuidad utilizado sólo localmente en el establecimiento del nivel de resolución variedades/especies— confiere a la evolución su unidad global en un encabalgamiento de categorías que unifica el mundo de la vida. En esta capacidad de unificación ven sus seguidores más observantes sus virtudes explicativas, pero no es indiscutible que unificación teórica y explicación sean equivalentes, aunque la posición tenga valedores de prestigio (p.e. Kitcher (1989)). Es posible que en este punto se plantee el problema más interesante, cuya solución puede terminar por no satisfacer a nadie (incluido el propio Darwin): el de establecer qué clase de concepto es el de selección natural y qué clase de unificación ofrece. A modo de tránsito hacia una justificación más detallada, haré aquí unas breves indicaciones.




6. Una idea ¿filosófica? naturalista
La historia posterior a Darwin es, generalmente, bien conocida. El desarrollo de la Genética hasta el descubrimiento de los mecanismos de la herencia biológica ha ido siendo acoplado al marco teórico darwiniano. Pero también ha ido haciendo surgir cuestiones de unificación teórica que, no obstante la sensatez del planteamiento inicial, ponen en tela de juicio la vigencia del principio de continuidad más allá de la escala del nivel de resolución darwiniano, al par que la suficiencia de la selección natural como único principio explicativo es cuestión debatida (Cf. Dennett, (1999), Gould (1997a, 1997b)). Las discusiones sobre la oposición entre micro- y macroevolución, entre gradualismo y equilibrio puntuado respecto de la especiación (Cf. Prothero, 1992), así como los problemas pendientes de solución en torno a las relaciones entre la genética mendeliana y la genética molecular (Cf. Duchesneau, 1997, cap. 3) vuelven a plantear, una vez más, la propiedad de las analogías y el mismísimo proyecto de unificación darwinianos.
    Los adversarios más incondicionales del darwinismo, los creacionistas, no han dejado de insistir en que la teoría de la selección natural es simplemente una teoría —¡como si eso fuera poco!— y, en todo caso, una teoría filosófica, pero en absoluto científica. Puede que al hacerlo apunten, contra su propósito descalificador, hacia una vía que puede evitar la oposición insalvable entre una selección natural meramente metafórica y otra con pretensiones de concepto empírico contrastable. Que no es mera metáfora —analogía impropia— parece razonable por lo que antecede. El problema de su adecuación empírica puede estar, sin embargo, esencialmente desenfocado. No existe aquí espacio (ni tiempo) para abordar con solvencia esta cuestión. Permítaseme, no obstante, apuntar las bases y postponer el desarrollo de lo que, a mi juicio (aún provisional), constituye un planteamiento razonable.
    La teoría (de la evolución por) selección natural ofreció, como teoría del origen (aparición y extinción) de las especies, un marco de unificación para los conocimientos biológicos de su época frente al marco fijista (creacionista o no), y, como teoría acerca de los mecanismos que gobiernan su aparición (y desaparición), restringió de forma prospectiva el ámbito de las leyes o principios que pudieran articular e integrarse en las explicaciones biológicas. Ahora bien, eso no quiere decir necesariamente que la propia idea de selección natural sea, por sí misma, una de esas leyes o principios.
    El debate, vivo en la actualidad, entre monistas y pluralistas respecto de la selección natural —representado sobre todo por Dennett (1999) y Gould es un indicador del problema del estatuto de dicho "principio", aunque no parece encontrar la perspectiva adecuada de su solución. Frente a los monistas, los pluralistas sostienen que la selección natural es "un principio supremo (verdaderamente un primus inter pares), pero argumentan a continuación que un conjunto adicional de leyes, tanto como un extenso papel de las impredecibles contingencias históricas, han de ser invocados también para explicar las formas (patterns) y regularidades básicas de las trayectorias de la vida" (Gould (1997b, 1, versión Web)). Pero la noción de primus inter pares es confusa, pues pone "dentro de" y "entre" los miembros de un conjunto" lo que está "entre" ese conjunto y otro. Más coherente parece distinguir la selección natural como el metaprincipio que establece los límites de los conjuntos de referencia de las teorías y que formula un metamodelo o generador de modelos explicativos (Cf., 3.1). Sólo a través de las realizaciones concretas (interpretaciones) de SN (las diferentes modalidades de la selección que llevan apellidos diferentes de "natural") pueden ofrecerse explicaciones.
El metaprincipio de SN es la intersección en que se solapan el planteamiento científico y el filosófico, en una forma que ya en la Antigüedad entrevió Platón (República, 533 e y ss.; Álvarez (1977)) al distinguir entre dia´noia y dialektikh´, a saber, que la primera avanza desde ciertos supuestos (upoqe´seiV) hacia sus consecuencias, mientras que la segunda constituye, en sentido inverso, en un regreso crítico desde esos mismos supuestos en busca de un anupoqeto´n. Los supuestos son científicos (dianoéticos) en el progreso y filosóficos (dialécticos) en el regreso. En este caso la SN es tanto el punto de partida para desarrollos científicos —en tiempos de Darwin aún por venir y no siempre conformes a la interpretación meramente positiv(ist)a de la SN— como de la reflexión filosófica, a que se dedican en su trinca particular Dennett y Gould. Por supuesto, este debate no puede dilucidarse al margen de consideraciones empíricas procedentes de las ciencias biológicas; lo contrario sería pura especulación gratuita, es decir, la peor (pseudo)filosofía.

    De otra forma no podría entenderse bien que este "Newton de la brizna de hierba" (Cf. Kant (1790), § 75, 400) introdujera el metaprincipio de la SN como alternativa al teleológico de aquellos (entre otros el acuñador de la frase), que consideraban necesario presuponer algún tipo de intención (Absicht) en los procesos orgánicos. La descalificación del planteamiento darwiniano por su carácter filosófico no es sólo un desliz de los creacionistas, sino también consecuencia de la prevención de muchos evolucionistas a aceptar la menor contaminación filosófica en sus principios. La incomodidad de estos últimos, incapaces de responder "filosófico, ¡y qué!, pero también científico", tiene su origen en la idea de un corte a cuchillo entre ciencia y filosofía. Ahora bien, si esa dicotomía sólo es aceptable en parte; por decirlo así, en la diferencia simétrica de ciencia y filosofía, cuya intersección no es vacía —los ejemplos de indiferencia en las teorías normativas de las ciencias sociales son bien patentes (Cf. Álvarez (1998))—, ¿dónde reside la dificultad insalvable para responder sin rubor a las pretendidas descalificaciones de quienes consideran que su "iluminación" religiosa es parangonable a la filosofía en la teoría y en la práctica educativas? Creo que tal dificultad no existe, siempre que la filosofía de la ciencia (de los filósofos y de los biólogos evolucionistas, tanto da) ordene por adelantado los enseres de su propio refugio.

    Debidamente "manipulado", en la mejor tradición exegética, un texto ya citado Darwin (OE, 100) serviría para ilustrar analógicamente, desde dentro, lo que aquí sostengo. Así como la idea de evolución por SN sirve para entender (understand) las analogías de que trata este trabajo, analogías que resultan completamente inexplicables (inexplicable) sin ella, así también la SN unifica y hace comprensible desde una perspectiva causal el mundo de la vida, pero las explicaciones ha de proporcionarlas la investigación científica guiada por el metaprincipio, eso sí, con el riesgo del efecto de rebote de que en algunos casos se produzcan incompatibilidades que obliguen a revisar el propio metaprincipio, no sólo científicamente (la revisión ya estaría dada en los resultados incompatibles), sino también filosóficamente. Pero que esto pueda ocurrir, y que de hecho ocurra, es algo consustancial a la tradición cultural —científica y filosófica— en que brotó la propia teoría darwiniana.

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