domingo, 24 de noviembre de 2013

LOS JUDIOS



0.     INTRODUCCIÓN

El presente documento es una recopilación de datos históricos, de carácter socio-cultural en el marco teórico de la religión judía y su pensamiento.

A pesar de la escasez numérica (apenas un 0,2% de la población mundial), el judaísmo ha tenido una influencia decisiva en la manera de pensar de miles de millones de creyentes a partir del Cristianismo y el Islam, frutos o herejías del pensamiento judío.

Por ello, considero interesante y constructiva la elaboración de este documentos, en el que no habrá profundizaciones conceptuales tangibles pero sí una síntesis de ideas que permitan aproximaciones tangibles a las características de esta religión.

El usufructo de diversa bibliografía en soporte papel son los medios que posibilitan el aprendizaje esbozado en esta pretensión de lienzo.


1.     LA POBLACIÓN JUDÍA

La población judía actual ronda los 13 millones. El 80% vive en Estados Unidos (5,7 millones), Israel (4,4) y la antigua Unión Soviética (1,6) y el resto en Francia, Gran Bretaña, Canadá, Argentina, África del Sur y Brasil, además de pequeñas minorías en muchos otros países. El 85% de la población judía adulta de Estados Unidos, en su mayoría urbana, dice pertenecer a una de las tres o cuatro grandes corrientes religiosas del judaísmo contemporáneo: ortodoxa, conservadora, reconstruccionista y reformada. En torno al 11% se dice ortodoxo, conservador el 42% y reformado el 33%.

Ser judío es ante todo, “ser diferente”. Resulta difícil definir la identidad judía, a caballo entre lo étnico y lo religioso. Hasta la época moderna la religión y la etnia judías componían una identidad bien definida, aunque no dejara de haber tensiones entre ellos, que la Modernidad exacerbó hasta extremos de ruptura, significada sobre todo en los casos frecuentes de “asimilación” al ambiente judío.


El judaísmo tiende a marcar la “diferencia”, a separar (lehabdil), a poner fronteras entre lo propio y lo extraño y, en lo religioso, entre lo humano y lo divino. La historia de Israel y del judaísmo ha sido, sin embargo, la historia de una inmersión constante en las culturas de los pueblos, en medio de los cuales vivían dispersas las comunidades judías. En ocasiones el influjo de la “sabiduría extranjera” (expresión acuñada en un principio para referirse a la cultura griega) representó un grave peligro para la identidad judía, provocando una fuerte reacción, mezcla de aceptación en lo necesario y de rechazo en lo irrenunciable.

Las raíces biblícas transmiten al judaísmo una tensión constitutiva entre su concepción universalista y su idea de elección del pueblo judío. El movimiento de la Reforma y grandes sectores del pueblo judío siguen considerando que el judaísmo tiene una misión universal, expresada tradicionalmente con los términos del profeta Isaías: “luz para las naciones”. Esa tensión crea un perpetuo y fecundo conflicto dentro del judaísmo y no deja de alimentar también conflictos hacia el exterior en la relaciones con los otros pueblos y con la sociedad moderna.



2.     INFLUENCIA RELIGIOSA

Aunque la irrupción de los judíos en la historia de la antigüedad fue tardía e insignificante, siempre los acompañó la conciencia obsesiva de un mundo legendario en que ellos habrían desempeñado un papel fundamental. Ese mundo mítico les sirvió de consuelo en sus tribulaciones, de guía en su vida cotidiana, de emblema de su identidad colectiva y de trampolín de sus esperanzas. Ese mundo legendario es el punto de partida imprescindible para entender la historia de los judíos y de su pensamiento, así como la del cristianismo y el islam, que heredaron los mitos hebreos y pueden considerarse como herejías judías. Sus leyendas están recogidas en los primeros libros de la Biblia.

Lo más importante y característico del Bereshit o la Génesis, y de la religión judía, no son los mitos cosmogónicos adaptados de otras culturas, sino la original concepción de un pacto, tratado, contrato o alianza entre el dios familiar de los patriarcas ancestrales de los israelitas y los descendientes de éstos, que forman el pueblo de ese dios. El pacto conlleva obligaciones por ambas partes. El dios es llamado en distintas tradiciones El, Elohim y Yahvé entre otros nombres.
2.1.                       LA BIBLIA
El judaísmo es la religión libresca por excelencia, basada en la transmisión y comentario de los libros sagrados, que siguen ocupando el lugar de honor en la sinagoga.
La palabra latina Biblia viene del griego ta biblía (plural de biblion, “libro” o “rollo”) y significa “los libros”. Se utilizó para referirse a los libros por antonomasia, los libros sagrados de los judíos, que ellos dividían en tres grupos: la Torá o “ley”, los Nevi`im o “profetas” y los Ketubim o “escritos” (once libros poéticos, sapienciales o históricos). Para referirse a todos esos libros juntos, los judíos utilizan el acrónimo TaNaK, que reúne la primera letra del nombre hebreo de cada uno de los tres grupos. Por tanto, el TaNaK es la Biblia hebrea.


2.2.                       LA TORÁ
Los cinco libros de la Torá y los cuatro primeros libros de los Nevi´im constituyen la parte más antigua de la Biblia. En ellos se recogen multitud de elementos diversos, poemas populares, viejas leyendas hebreas, mitos tomados de otras culturas de Oriente Próximo, tradiciones locales, anécdotas edificantes, historietas ad hoc para justificar ciertos usos y normas, recuerdos idealizados, narraciones históricas, arengas, leyes, preceptos morales y toda una ideología religiosa y nacional.
Los cinco libros de la Torá son también conocidos como el Pentateuco.

La Torá es un cajón de sastre de textos recogidos y redactados en épocas distintas por autores y editores diferentes. Esta pluralidad de orígenes da lugar a contradicciones desde las primeras páginas.
Las secciones narrativas trasmiten la metahistoria sagrada de la creación y la historia fundacional de la liberación de Egipto. Las secciones legales recogen los códigos legislativos formados a lo largo de varios siglos.



2.3.                       LA RELIGIÓN DEL ANTIGUO ISRAEL
Yahveh era en principio un dios de las tribus nómadas de la región de Madián en el desierto del Sur, antes de convertirse en el dios del grupo de tribus que, dirigido por Moisés, conoció la experiencia de Éxodo y de la liberación de la esclavitud en Egipto.

Esta experiencia histórica, ligada inmediatamente a la revelación de Yahveh y a la constitución del primero derecho israelita en el Sinaí, confirió desde un principio a la religión yahvista una fuerte impronta socio-política y de compromiso histórico. Entre los principios básicos del yahvismo, expresados en los mandamientos del Decálogo, llaman la atención los relativos a la exclusividad del culto a Yahveh y a la prohibición de imágenes.

El Éxodo de Egipto confirió al pueblo de Israel y al pueblo judío su capacidad de regeneración en situaciones de crisis, alimentando siempre unas expectativas de liberación muy por encima de lo razonable y realista.

En el S. IX a.C. comenzaron a surgir figuras de profetas carismáticos, entre los que destacan Isaías, Oseas, Amós y Miqueas.  Los profetas elevaron su voz contra los abusos sociales de la época y renovaron el espíritu yahvista, recordando los principios del derecho y justicia.

En la época del “Primer Templo” tomaron forma las instituciones religiosas de Israel, al igual que las civiles y militares.

En los años de exilio en Babilonia y los posteriores de restauración, los grupos proféticos desarrollaron un intenso trabajo de propaganda, oral y escrita. El culto adquirió de este modo un carácter nuevo, de tonos más pedagógicos, con elementos incipientes del futuro culto sinagogal, tales como la lectura de la Escritura, la confesión de las culpas y la plegaria oficial. El culto de lamentación, característico de la situación vivida en el exilio, constituye una de las raíces de la liturgia sinagogal judía.

2.4.                       EL JUDAÍSMO CLÁSICO
En la época helenística y al contacto con el mundo griego, el judaísmo conoció toda una floración de grupos y tendencias. Los samaritanos decían ser los verdaderos herederos de las más genuinas tradiciones israelitas.

El rabinismo afirma que Dios es justo y misericordioso, haciendo del judaísmo una mezcla de idealismo y realismo. Desde los tiempos bíblicos, el judaísmo estaba marcado por la tensión entre dos exigencias contrapuestas: el cumplimiento de la Ley en todos sus detalles y la vivencia de una relación amorosa de Alianza con el Dios de Israel.

La interpretación de la Escritura en la Sinagoga, sustituto del antiguo Templo, dio nueva vida al derecho (halajá) y al imaginario religioso (aggadá) del judaísmo. Un proceso incesante de interpretación de las Escrituras permitía redefinir en cada momento la identidad y razón de ser del pueblo judío que fue así capaz de superar sucesivas crisis históricas.

La Misná constituye una compilación de leyes que debían regir la práctica totalidad de los aspectos que conformaban la vida judía. En la Misná cristaliza en forma escrita la tradición oral acumulada en épocas anteriores. Cada misná constituye una norma.
El Talmud recoge básicamente la Torá oral, cuya importancia es comparable a la de la Torá escrita.

Aunque el judaísmo es básicamente una religión institucional y pública, no deja de acentuar, sin embargo, los aspectos individuales de la vida religiosa. El judaísmo rabínico ponía un fuerte acento sobre la responsabilidad del individuo. La mesa de la casa se convertía en un altar y la comida en un verdadero rito, en el que lo fundamental era la pureza ritual de una comida que debía cumplir las condiciones que la hacen kasher (ritualmente pura). La recitación de las bendiciones conformaba en cada momento y circunstancia la vida diaria del judío.

El tiempo del judío se mueve en tres ritmos diferentes: uno íntimo y personal, otro anual e histórico, y un tercero escatológico y metahistórico. El primero está marcado por los ritos de paso: la circuncisión, la conclusión de un período de estudios, el matrimonio, el nacimiento de un hijo, las lamentaciones fúnebres. El ritmo anual reposa sobre la celebración semanal del Sábado, que separa el tiempo sagrado del tiempo profano. El año judío comienza en Octubre con el rito sinagogal de Rosh ha-shaná en el inicio del año, que celebra la soberanía, justicia y misericordia de Dios. Siguen los diez días de penitencia que preceden al Yom Kippur, día de la Expiación. El año está jalonado por tres grandes fiestas de “peregrinación”: la Pascua, las Semanas o Pentecostés y Sukkot o Tabernáculos. Estas fiestas eran en principio celebraciones relacionadas con los ciclos de la agricultura.



3.     LA EMANCIPACIÓN LEGAL DE LOS JUDÍOS

En 1776 la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América establecía la igualdad y libertad de todos los hombres. La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, adoptada por la Asamblea Nacional francesa en 1789, volvía a insistir en la igualdad y la libertad de todos. Dos años más tarde la misma Asamblea Nacional aclaró que estos derechos se extendían también a los judíos, que eran ciudadanos de Francia como los demás. Finalmente los ideales ilustrados de tolerancia religiosa e igualdad ante la ley comenzaban a ser llevados a la práctica.

En 1782 el ilustrado emperador austríaco Joseph II abolió la obligación de los judíos d ellevar el humillante distintivo amarillo y de pagar impuestos especiales de capitación, además de eliminar algunas de las trabas que impedían su acceso a la educación y al comercio. Por otro lado, los obligó a hacer el servicio militar, a abandonar sus nombres tradicionales de familia y a adoptar nombres nuevos germanizados, prohibió el uso del yídish y el hebreo en las transacciones comerciales y contables, sustituyéndolo por el alemán, y eliminó la poca autonomía que quedaba a los tribunales rabínicos. En definitiva, la emancipación sería acompañada por la asimilación.

Napoleón Bonaparte desempeñó un papel primordial en la extensión de la emancipación de los judíos por gran parte de Europa. En 1796 Napoleón inició su campaña de conquista de Italia con la declaración: “Pueblos de Italia, el ejército francés viene a romper vuestras cadenas”. En cualquier caso, la llegada del ejército francés, saludada por los judíos con entusiasmo, significó para ellos el fin de los guettos y de los distintivos amarillos, así como el final de la Inquisición.


3.1. HERMAN COHEN
En la década de 1860 la filosofía alemana atravesaba una crisis. El pensamiento ilustrado y riguroso de Kant había dado lugar a un idealismo romántico, esculativo y confuso. Pensadores como Hegel, Fichte y Schelling habían perdido todo contacto con el conocimiento científico y, en sus manos y las de sus seguidores, la filosofía había degenerado en mera palabrería.

Hacia 1865 empezó a extender la convicción de que la única esperanza de restaurar la filosofía alemana consistía en una vuelta a Kant.
El principal filósofo neokantiano fue el judío Hermann Cohen. Fue el fundador de la Escuela de Marburg, la principal escuela del neokantismo.

Cohen consideraba que la filosofía no puede recurrir a una realidad independiente de la conciencia y, apartándose de Kant, rechazaba la cosa en sí. La cosa en sí, según Cohen, no es algo material, sino una mera idea. De todos modos, es muy dudoso que la supresión de la cosa en sí represente mejora alguna del sistema kantiano. Nuestro sistema cognitivo crea todo tipo de ideas y propuestas, pero sólo algunas de ellas pasan el filtro de la contrastación empírica. Algo externo a la conciencia, algo como la cosa en sí, es necesario para explicar que la realidad empírica acepte unas propuestas teóricas y rechace o refute otras.

Cohen mantenía la tesis de que la religión judía es la más compatible con la razón, y atribuye a esta religión el origen tanto de la idea de humanidad como de la idea de compasión.
Estas pretensiones son insostenibles. Ya los budistas y otros habían tenido la idea de compasión, antes y con más intensidad que los judíos. Y Hume hacía de la compasión una de las dos emociones morales básicas (la otra es el egoísmo). Su socialismo ético, basado en la ley moral judía, influyó en la socialdemocracia alemana.

En cualquier caso, el hecho de que un judío como Cohen que mantenía y defendía su religión pudiese llegar a convertirse en la cabeza visible de la filosofía alemana (en su escuela más prestigiosa, la neokantiana) mostraba bien a las claras hasta qué punto la emancipación de los judíos había tenido éxito en Alemania. Poco después, otro judío, Edmund Husserl (1859-1938), fundaría la fenomenología y tendría una gran influencia en toda Europa.


4.     EL JUDAÍSMO EN LA ÉPOCA MODERNA
Antes de la Modernidad el judaísmo se había enfrentado ya a culturas y religiones muy diversas. Sin embargo, la Ilustración supuso un reto absolutamente nuevo. Una cultura secular con pretensiones de universalidad amenazaba la identidad cultural y religiosa del judío. Las crisis y las persecuciones de las épocas anteriores habían sido por lo general consecuencia de factores externos, aunque no dejaban de acarrear fuertes conmociones internas. Pero la haskalá o “ilustración” judía venía a ser en gran medida un fenómeno interno que entrañaba el peligro de autodisolución, de asimilación al mundo circundante y de conversión incluso a la religión cristiana mayoritaria de gran número de judíos.

El judaísmo moderno toma forma a partir del proceso de “emancipación” que afectó a las comunidades judías de los diferentes países a lo largo de más de un siglo, desde la revolución francesa de 1790 hasta la rusa de 1917 y que supuso un vuelco en el estatuto jurídico, político, social, cultural y religioso de los judíos de Europa. Sus comunidades habían gozado hasta entonces del derecho de autogobierno, rigiéndose por leyes propias que obligaban a todo el que, habiendo nacido judío, no hubiera renunciado formalmente a su fe a favor de otra religión.

A partir de entonces la pertenencia a la comunidad judía se hacía voluntaria y el mismo ser y mantenerse judío se convertía en una opción, más que en una cuestión de nacimiento, lo que suponía una mengua considerable del poder tradicional de las comunidades judías organizadas y de sus rabinos.

Los judíos emancipados abandonaron las ideas mesiánicas y revisaron la liturgia acomodándola al gusto de la emergente burguesía judía, en particular por lo que se refería al uso del alemán en lugar del hebreo en el culto sinagogal. El judaísmo había respondido a la persecución encerrándose en guetos, pero ahora, alcanzada la libertad, era el momento de integrarse plenamente en la sociedad y de propagar en medio de ella el universalismo latente en el judaísmo y en el monoteísmo ético de los profetas de Israel. Los judíos “ilustrados” o maskilim reconocían la importancia de la Biblia, pero rechazaban el Talmud y la tradición judía.

Al contrario del cristianismo y del paganismo, el judaísmo establece una total separación entre Dios y la Naturaleza y entre el poder de la razón y la libertad moral.




4.1. CORRIENTES DEL JUDAÍSMO MODERNO
La emancipación favoreció la aparición de corrientes o “confesiones” dentro del judaísmo, en especial el de Norteamérica.

a)      El judaísmo reformado, liberal y progresista, de finales del S. XVIII y comienzos del S. XIX. Proclamaba en sus primeros momentos que el judaísmo estaba destinado a un fin más elevado y universal que no el encerrado entre los muros de los guettos judíos, tendiendo a reducir así lo religioso a lo ético. Pero los progroms (purgas) de finales del S. XIX y seguidamente el Holocausto terminaron por minar aquella fe en el progreso y frenaron el avance de la corriente reformada.

b)      El judaísmo ortodoxo constituyó un movimiento de reacción frente al judaísmo reformado y a las nuevas corrientes que propugnaban la emancipación política y las nuevas formas de entender la vida judía.
El movimiento ortodoxo se difundió en el primer cuarto del siglo XIX por el Imperio Austro-Húngaro y de modo particular, por Hungría. Pretendía afianzar y expandir la autoridad de los rabinos. La ortodoxia impulsó la emigración a Israel y tuvo importancia en la creación de la antigua comunidad judía de Jerusalén (S. XIX).

Las comunidades ortodoxas tenían carácter autónomo y su actividad se centraba en el cuto sinagogal.
El éxito y la fuerza de la ortodoxia han radicado siempre en el establecimiento de comunidades reducidas, capaces de transmitir a todos sus miembros el necesario sentimiento de identidad junto con una no menos necesaria sensación de seguridad. Se afianzó en Alemania y Hungría, contentándose con formar un partido minoritario, sin mayores pretensiones de proselitismo.

c)       La corriente conservadora surgió en Europa Central a mediados del siglo XIX en un intento por evitar los extremos del liberalismo y del tradicionalismo a ultranza. Reaccionaba de modo particular contra la adopción por el judaísmo reformado de modelos cristianos o de la sociedad moderna. A pesar de haber nacido como reacción frente a la ortodoxia, la enemiga del conservadurismo fue más bien la Reforma judía, así como la teología protestante del S.XIX tocada ya de tendencias antisemitas. Si ésta había abandonado los tres pilares del judaísmo tradicional, es decir, la hajalá, la esperanza de liberación nacional y el uso de la lengua hebrea en la liturgia, el movimiento consercador se proponía desarrollar un “Judaísmo histórico-positivo”, insistiendo para ello en que el judaísmo no es sólo una religión sino también una cultura, por lo que llevó a cabo toda una labor de recuperación de la Misná, el Talmud y las obras de los poetas y filósofos del Medievo, menospreciadas y olvidadas tanto por los cristianos como por los ilustrados.

d)      El movimiento reconstruccionista es el único que rechaza la idea de elección del pueblo judío, por considerar que introduce diferencias conducentes al resentimiento y regeneradoras de rivalidades entre las religiones y los pueblos.
El judaísmo es una civilización étnica, basada en una tierra, una lengua, una historia, un calendario, unos héroes, instituciones, artes, valores, etc., con la religión como núcleo más profundo. El pueblo judío ha de “reconstruir” la vida popular: su cultura, música, arte, etc., reorganizando sus instituciones, de modo que sea la comunidad, y no un movimiento religioso o una sinagoga, el centro de referencia que hace posible y manifiesta la pertenencia al judaísmo.


4.2.  EL ANTISEMITISMO EN RUSIA
A mediados del siglo XIX la mayor parte de los judíos del mundo vivía en Europa Oriental, hablaban yídish, dependían de la retrógrada monarquía rusa y estaban confinados en una bolsa territorial que abarcaba gran parte de Polonia, Bielorrusia, Ucrania y zonas cercanas. En 1855 accedió al trono de los zares Alejandro II. En los veintiséis años de su reinado, Rusia empezó a salir de la Edad Media. En 1861, Alejandro II decretó la liberación de los siervos, hasta entonces auténticos esclavos. Promulgó los primeros derechos individuales y estableció tribunales locales de justicia para velar por ellos. Redujo la censura de prensa, las restricciones a los viajes al extranjero y a la entrada en la universidad.

El poeta judío Yudá Leib Gordon, principal maskil o representante de la Kaskalá o ilustración judía, invitaba a su pueblo a participar en el nuevo despertar de la libertad rusa. Toda esta ilusión y esperanza se vino abajo en 1881 con el asesinato de Alejandro II por unos “revolucionarios nihilistas” que le arrojaron una bomba a su paso por San Petersburgo. Su sucesor, Alejandro III, un monarca mucho menos esclarecido, trató de volver a la Edad Media. Además, estaba rodeado de consejeros y jefes de policía extremadamente reaccionarios, antisemitas y faltos de escrúpulos. Inmediatamente se pusieron manos a la obra para hacer la vida imposible a los judíos. En 1891 fueron expulsados casi todos los 35.000 judíos que residían en Moscú. Perseguidos, esquilmados, empobrecidos, expulsados de un sitio a otro y permanentemente acosados por la policía zarista, no sabían adónde ir. En este medio surgió la idea del sionismo.

A finales del siglo XIX y principios del siglo XX, un continuo éxodo de judíos (unos 24.000 al año) huían de Rusia y emigraban, sobre todo, a Estados Unidos, pero también a Europa Occidental y Central e incluso a Palestina. La emancipación frustrada de los judíos rusos condujo a bastantes jóvenes intelectuales hacia los círculos revolucionarios. Varios de los bolcheviques más notables eran judíos, empezando por Lev Trotski (1879-1940), el creador del ejército rojo y segundo de Lenin en la dirección de la Revolución Soviética. De todos modos, la revolución, la guerra civil y el régimen soviético causaron enorme miseria entre los judíos de a pie. Stalin era profundamente antisemita y ordenó más asesinatos de judíos que nadie (excepto Hitler), incluyendo el del propio Trotski, llevado a cabo en México en 1940.

En 1953, cuando todavía quedaban unos dos millones de judíos en Rusia, Stalin estaba preparando una “solución final” de la cuestión judía que consistiría en la deportación masiva de todos los judíos a Siberia, como ya había hecho con otros grupos étnicos, lo que sin duda habría causado la muerte de la mayoría de los implicados, dadas las condiciones en que se efectuaban dichas deportaciones; pero la imprevista muerte de Stalin, sin necesidad de envenenamiento alguno, puso fin a todo el proyecto.


4.3. EL MOVIMIENTO SIONISTA, EL HOLOCAUSTO Y EL ESTADO DE ISRAEL
El sionismo constituyó en principio una reacción tanto contra el judaísmo ilustrado como frente al ortodoxo. El sionismo forzó al judaísmo a plantearse con toda radicalidad la cuestión de la relación entre nacionalismo y religión. Proclamaba que los judíos constituían una nación y no una religión, luchando por la restauración del judaísmo y la reunificación del pueblo judío en su antigua tierra de Israel.

La guerra mundial y el Holocausto, la Shoá o “destrucción total”, que tuvo lugar en la Alemania nazi entre los años 1933 y 1945, cambiaron radicalmente la historia del judaísmo. Hasta entonces los judíos en general y sobre todo los renovados se habían integrado en la vida y cultura de los países europeos en los que vivían como ciudadanos de pleno derecho, imbuidos de un sentimiento ético universal más que de los ideales sionistas de un resurgimiento nacional judío.

El Holocausto fue un hecho sin precedentes en la historia del judaísmo. Constituyó un intento de genocidio del pueblo judío hasta la “solución final”: el exterminio total de los judíos, sin superviviente alguno, en los campos de concentración nazis. Fue un programa llevado a cabo con los medios más sofisticados y conforme a un plan minuciosamente elaborado, que llegó a ser justificado, o encubierto al menos, por no pocos intelectuales, filósofos, historiadores y teólogos de la época.

Para un judío la historia del mundo no puede ser ni será ya la misma tras el Holocausto, que ha puesto en cuestión todas las filosofías modernas de la historia que proclaman el incesante progreso de la humanidad. Las posibilidades de depravación de los humanos parecen ser infinitas e inagotables. Para muchos judíos el Holocausto ha echado por tierra todos los planteamientos que sustentaron la fe y la vida de los judíos a lo largo de los siglos en situación de exilio y diáspora o Galut. El judío perseguido tenía entonces únicamente dos opciones: esconderse o huir. Si, no pudiendo escapar, optaba por la muerte antes que apostatar, se convertía en mártir o, conforme a la expresión Kiddush haShem, santificaba así el Nombre de Dios.


5.     LA VISIÓN DEL MUNDO JUDÍA

Los judíos han sido, desde sus inicios, una comunidad muy unida entre ellos, cuyos intereses han girado, de manera constante, en torno a cuestiones religiosas. Esta unidad ha hecho que se desarrolle en los judíos un sentimiento de pertenencia basado en la práctica tanto religiosa como política, entendiendo por política la “actividad orientada en forma ideológica a la toma de decisiones de un grupo para alcanzar ciertos objetivos.”
En este caso, objetivos de supervivencia y unidad religiosos.

La vida a la defensiva y las constantes hostilidades marcaron al pueblo judío e hicieron de su política una política reactiva en el corto plazo pero mesiánica en el largo plazo que marcó su visión del mundo. Reactiva por cuanto había que responder de manera inmediata a numerosas intimidaciones por parte de los gentiles o no judíos y mesiánica porque, a través del fundamentalismo, la política se centró en sentar las bases para la venida del Mesías, aun cuando en este proceso se generara más violencia en la zona del Medio Oriente.
Más aún, desde una perspectiva histórica, las comunidades judías reaccionaron frente a estas [intimidaciones] cerrándose al mundo, construyendo muros para mantenerse aislados y minimizar la intervención [de los gentiles].... La práctica religiosa... se convirtió en la manera de separar lo judío de lo no judío en el mundo... Y, estas separaciones se convirtieron en sinónimo de la supervivencia judía.
Estas separaciones generaron un sentimiento de cohesión bastante profundo que sirvió para retroalimentar los miedos judíos frente al mundo gentil; un mundo que para los sionistas representa las fuerzas de sitra aharao fuerzas del mal. Un concepto que convierte la visión de mundo de los judíos en una visión maniqueista y que persiste en la actualidad.

También sirvieron estas separaciones para convertir, dentro del imaginario judío, el sistema internacional en un contenedor de potenciales amenazas en donde la clandestinidad constituye un arma de supervivencia y donde la desconfianza es su punta de lanza.
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6.     BIBLIOGRAFÍA

Trebolle Barrear, J. “El judaísmo”. Ed. del Orto. Madrid 2001.
Páginas: 14-16, 18-22, 24-30, 32, 33, 37-50.


Mosterín, J. “Los judíos”, historia del pensamiento. Ed. Alianza editorial S.A. Madrid. 2011.
Páginas: 11, 16, 73-75, 249, 250, 254, 256, 257, 259, 260-266.


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